3.10.10

Una ola no se repite: 5. Te voy a extrañar

(Capítulo anterior: 4. Valeria
Primer capítulo: 1. La primera impresión)
te voy a extrañar
Edificio Parquemar. Miraflores, Lima - Perú

Diego quedó con la boca tan abierta que, de haber estado en la selva, seguramente habría servido como nido o escondite de mosquitos y demás insectos voladores. En ese momento no sabía si saltar de la alegría o saltar del puente. Enterarse repentinamente que podría ser papá y sin haberlo planeado provocó en él una serie de reacciones internas - frío, mareos, náuseas- que solo pudieron ser expresadas con ese gesto cuasi idiota en su cara. Las personas que pasaban por ahí - en su mayoría parejas de enamorados - lo miraban de reojo como adivinando que la noticia que acababa de recibir ese chico no eran del todo buenas, al menos no para él. Tras unos segundos de silencio que le parecieron eternos, atinó a decir unas palabras.

- Charito ¿Estás segura?
- Hace dos semanas debió venirme pero todavía nada.
- ¿No habrás hecho mal los cálculos?
- No...Tengo miedo.
- Vamos a estar bien. Tenemos que asegurarnos que no ha pasado nada.
- Esto no es un juego Diego.
- Sólo estoy tratando de calmar las cosas.

En ese momento algo empezó a vibrar en el pantalón de Diego. Con tantas sensaciones en su cuerpo al mismo tiempo, pensó que quizás se le había aflojado el estómago también."Lo que me faltaba, ¡Me cagué!". De no ser porque las vibraciones se repetían armoniosamente no habría imaginado que se trataba de su celular. Para el momento en que reaccionó a sacar el aparato ya la llamada estaba perdida. Regresó rápidamente a su realidad y convenció a Charo de ir a una farmacia a comprar un test de embarazo. Tomaron un taxi camino a Chorrillos y apenas si se miraron durante el viaje. Diego decidió callar, ya tenía demasiadas cosas en su cabeza como para poder armar una frase alentadora o que pudiera tranquilizar a Charo. Mientras tanto ella se miraba a las manos, miraba hacia la calle y a pesar que siempre fue una chica reservada, esta vez su silencio era casi atemorizante. Llegaron hasta una farmacia y fue Diego quien entró a comprar, lo hizo caminando lentamente como quien se acerca a recibir una sentencia. La señora que lo atendió era tan amable que le hizo recordar a su comprensiva madre. Ahora más que nunca le convenía recordarla comprensiva porque era así como la necesitaría para cuando le dijera que sería abuela.

- Joven, ¿La chica que está afuera es su novia no?
- Sí.
- Debe estar nerviosa como usted. ¿Estaban esperando tener su primer hijo?
- ...Se podría decir que sí. Yo creo que sí.
- ¡Uy no! Creo que metí la pata.
- No señora. Creo que ese fui yo.
- Ajajá! Que lindo joven, que sea lo que Dios quiera. Mire, si no tienen dónde ir a hacerse la prueba, les puedo prestar el cuartito donde aplicamos inyecciones. Ahí hay un baño y usted puede esperar afuera.
- ¿En serio? Muchas gracias, le voy a decir.

Luego de una pequeña discusión, Charo ingresó al cuarto de inyecciones sin mirar a la señora que atendió a Diego. Tras ingresar ambos, cerraron la puerta y ella entró sola al baño, mirando fijamente el producto aún sin abrir. Diego mientras tanto esperó sentado y con una de sus piernas zapateando el suelo nerviosamente, cambiando de postura constantemente. "Que sea lo que Dios quiera" - se repitió a sí mismo las palabras de la señora que estaba seguramente muy atenta afuera intentando escucharlos. Por su mente pasaron tantos recuerdos, desde que conoció en esa fiesta a Charito y se volvió loco por ella. De cuando conoció a sus padres y él no podía al inicio ni tomarle de la mano frente a ellos. Cuando hicieron por primera vez el amor en la cama de su hermano y rompieron una de las patas. "¡Seguramente fue el labrador que se para subiendo y bajando de las camas!". De sus infinitas peleas sin sentido, incontables promesas sin cumplir. Diego suspiró cerrando por un instante los ojos y se metió las manos a los bolsillos para que cuando Charo saliera del baño no lo viera cruzar los dedos. Sintió en uno de sus bolsillos los condones que había guardado en la tarde y los apretó con fuerza, los sacó rápidamente y los echó en el tacho de basura. Sintió que ahí también se iba una etapa de su vida, era el momento de comportarse como un hombre, asumir responsabilidades y nunca más agachar la cabeza. Estaba en estos pensamientos cuando Charo finalmente apareció, caminó y se sentó junto a él.

- Sea lo que sea no voy a separarme de ti.
- No serás papá Diego, aún no.
- ...¡¡¡Gracias Dios!!! Ay Charo no sabes qué susto, pero qué te dije, no iba a pasar nada. ¿A ver muéstrame esa cosa, cómo funciona?
- Lo boté en el baño.
- De todos modos solo sirvió para quitarnos ese peso de encima, no? Qué te parece si vamos a comer algo para olvidarnos del asunto.
- Para serte sincera, no me siento bien. He estado pensando estos días...
- Déjame adivinar. Te sigue jodiendo que no consiga trabajo y que salga con mis amigos. Está bien, acepto que está mal y yo también he pensado bien que no quiero seguir llevando esta vida, voy a tomar más en serio todo.
- No me entiendes nada.
- Pero si está clarísimo Charo. Qué dices, ¿Vamos por ahí? Para conversarlo bien.
- Mira, quizás luego me arrepienta de haberlo hecho aquí y en este momento. Pero es para el bien de ambos.
- Charo, no otra vez por favor.
- Exactamente a eso me refiero. No puedo seguir con esto, no soy algo serio para tí y debes darte cuenta tú mismo. Es mejor que dejemos de vernos.
- Espera, espera. No te precipites, estamos bien. Esto no ha sido más que un susto y hoy se supone que iba a pedirte regresar para siempre conmigo. Quiero pasar mis años a tu lado, no puede existir nadie más que me entienda y a quien yo ame como a tí.
- Yo estoy segura que sí, Diego. Me hiciste muy feliz, pero es hora de hacer nuestras vidas por separado. Te vas a dar cuenta de que es lo mejor. Voy a guardarte siempre en mi corazón.
- Pero qué estás diciendo Charo. ¡Qué estás diciendo! Yo te amo. Nuestra vida recién empieza ahora. Es una nueva etapa, ya sabemos lo que queremos.
- Por favor Diego, no sigas con esto. Abrázame y déjame ir.

Diego se quedó mirando a Charo y la sintió tan ajena. El brillo en sus ojos había desaparecido, su sonrisa estaba escondida en algún otro lugar. Vió como sus manos juntas estaban algo temblorosas y secaba de vez en cuando sus ojos. No pudo contener las lágrimas, pero trató de guardar la compostura. Su Charito de siempre le estaba diciendo adiós, como tantas veces, pero al parecer ésta era la definitiva. Recordó una frase que le dijo alguna vez un amigo: que no se debía llorar porque terminó, era mejor sonreír porque sucedió. Y así decidió comportarse. Se aproximó a Charo, le besó las manos que muchas veces lo animaron, consolaron, amaron. La abrazó y sintió como sus latidos se confundían con los de ella, muy acelerados. Al separarse, se miraron. Ambos tenían los ojos inundados de lágrimas.

- Te voy a extrañar Charito.
- Y yo a ti, loco.
- Hace mucho que no me llamabas así. Prométeme que no me olvidarás.
- Sería imposible, eres un chico increíble.
- Dile eso a tus amigas.
- Jajaja eres un tonto.

Charo le dió un beso tierno en una de sus mejillas y le ayudó a levantarse de la silla. Salieron juntos del cuarto de inyecciones y vieron como la señora que atendía los miraba, intentando adivinar el resultado del test. Se despidieron haciendo un gesto con la cabeza y salieron. Diego llevó a Charo hasta su casa y se abrazaron nuevamente antes de que ella se separara de él y caminara sola hasta su puerta. Él se quedó de pie mirándola, esperando que por cuestiones de la vida o del destino ella volviera corriendo a sus brazos. Pero no fue así. Ya solo, tenía en mente hacer algo que los hombres hacen desde tiempos inmemoriales para olvidar un amor o matar sus demonios: emborracharse. Marcó el número de Fernando y confirmó que estaba con Mario en Miraflores con las chicas de la Católica que habían conocido la noche anterior en el bar. Le dijo que esperen por él. Una vez en la discoteca fue presentado al grupo y luego de saludar con la mano se fue hacia la botella de whisky que habían comprado sus amigos, para servirse y tomarse un buen trago.


- Qué cara tienes huevón. ¿De dónde vienes?
- Terminé con Charo.
- La de siempre tarado, qué habrás hecho. Dale unos días y volverán.
- No lo creo.
- Bueno confía en mí. Ahora estás con nosotros y queremos que te diviertas. Porsiaca la de vestido blanco es mía, ni la mires huevón.
- Pero si tú eres rosquete.
- Jajaja, así me gusta carajo. Ven y siéntate.

Diego se sentó no sin antes volver a llenar su vaso con whisky. Le pasó por la cabeza mandarle un mensaje de texto a Charo pero dudó. Sabía que iba a caer pesado y mejor era dejarla sola. Jugando con su celular, reparó en la llamada perdida que tuvo mientras estuvo en el Puente de los Suspiros, no conocía el número.

(…)
Esa tarde Valeria tuvo una visita inesperada a su casa. Era Sandra que había regresado de Madrid antes de lo previsto. Es cierto que los amigos están ahí cuando se los necesita y Sandra había llegado en el momento indicado. Le contó todo, lloraron juntas, maldiciendo también a los hombres del mundo "¿Es que acaso los hacen con moldes?" - renegaba Sandra. Finalmente se animaron para ir a bailar con sus demás amigas en común. Noche de chicas solteras. Rápidamente contactaron a quienes estaban disponibles y tuvieron la mejor de las convocatorias. Como si la intuición femenina les hubiera encendido la alerta de que una del clan estaba en problemas y tenían que apoyarla. Esa energía contagió tanto a Valeria que se alistó más rápido de lo habitual y al llegar la noche estaba preciosa, dispuesta a olvidarlo todo y empezar de nuevo.
(…)

Sin embargo al entrar a la discoteca vio a tantas personas riéndose, pasándola fenomenal que se sintió un poco insegura. Sonreía pero por dentro la tristeza le apretaba el pecho. Brindó con un Dry Martini y se sintió mejor, tenía a su amiga junto a ella y al resto de chicas de siempre, no estaba sola.  Mientras acomodaba su cartera se percató de que estaba recibiendo una llamada. "Por favor que no sea Marco" - se dijo para si. Era un número no guardado pero tampoco desconocido. Ella lo había marcado en la tarde y sabía de quién se trataba. Por un momento no supo si contestar.

- ¿Aló?
- Hola. Me llamaron de este número hace unas horas. ¿Quién es?
- Hola, Soy Valeria.
- ... ¿Valeria Molina?
- Sí, cómo estás.
- Ah...Valeria, yo bien. No escucho claramente ahora, discúlpame, no sabía que eras tú. Espérame por favor que salgo para hablar mejor.
- No te preocupes, no es por trabajo.
- ...
- ...

Ambos se dieron cuenta de repente que estaban escuchando por el celular la misma canción.

- ¿Estás en Aura?
- Sí. No me digas que tú también.
- Sí. Justo debajo de las escaleras hacia VIP.
- ¿Puedo bajar a saludarte?
- Claro, sería un gusto.

Valeria le pidió a Sandra que por favor la acompañara a ver a un conocido. No le explicó de quién se trataba, ella no lo entendería. Tras unos minutos Valeria y Diego lograron verse después de la noche anterior que ella lo había encontrado tirado sobre el jardín de un restaurante en Barranco. Sin mediar palabras, Valeria se acercó hacia él, apretó las manos y abrazándolo por el cuello, se echó a llorar.

CONTINUARÁ...

SIGUIENTE CAPÍTULO: 6. Un nuevo camino


3 comentarios :

  1. Eduardo la dinámica de tu escrito es muy entretenida, sólo te digo un alcance, pienso que deberías acortar un poquito la entrega, ya que se cansa un poco la vista...
    Un abrazo para ti y para el querido hermano Perú, donde tengo amigos queridos.

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  2. Gracias Taty! Que bien que tengas amigos por aquí, eres siempre bienvenida.
    Tomaré en cuenta tu observación, aunque podríamos solucionarlo si tomas un pequeño descanso a la mitad del relato para ir por un refresco o snack :)

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  3. "los sacó rápidamente y los echó en el tacho de basura. Sintió que ahí también se iba una etapa de su vida"

    memorable frase

    "Pero si tú eres rosquete."
    jajajajajajaja

    local, quien quiera que seas en verdad me sorprendes, esta historia está muy chévere...

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