30.12.11

Crónica italiana: 6. Ojos Azules

(Capítulo anterior: 5. Dile
Primer capítulo: 1. Cuestión de tiempo)
ojos azules


“Cuando tomaste una maleta y partiste en busca de tu hermano, admito que ese día morí un poco por dentro. Los años contigo - ahora lejanos - me acostumbraron a tu sonrisa espontánea, a tu voz ronquita, a tus bromas tontas. Fue recién después que me llamaste de madrugada para despedirte cuando me di cuenta que era demasiado tarde para decirte que no quería ser más tu amigo, que te amaba, que te seguiría a donde vayas y - sin importarme el lugar - podría hacerte feliz. Pero como siempre, la voz de mi corazón fue tan débil que se perdió en el aire y lo único que me escuchaste decir fue un “cuídate mucho, llámame si me necesitas”. ¿Por qué te fuiste Ojos Azules? ¿Por qué me dejaste aquí con los sueños que tenía para nosotros? 


13.11.11

Nos encontramos


Nos encontramos 
como dos nubes locas 
en un cielo de invierno 
nuestras manos cruzamos 


Contra el frío de tormenta 
compartimos las miradas 
sin mediar vanas palabras 
en el tiempo nos perdimos 


Sonreímos y cantamos 
con la luna de testigo 
y ese mar embravecido 
nos enamoramos 


Nos encontramos 
aunque daría yo la vida 
por volver a encontrarnos 
como quien no esfuerza 
echar moneda al destino 
mas saber que nos buscamos 
detrás del océano 
en una puesta de sol 
embriagados de rocío en primavera 


Como aquel día 
que con tus ojos caramelo 
me prometiste volverías 
para contar las estrellas 
hacer de rosas tu vestido 
cubrir el cielo con tus sueños 
juntar tus labios con los míos



30.10.11

Crónica italiana: 5. Dile

(Capítulo anterior: 4. Sálvame
Primer capítulo: 1. Cuestión de tiempo)
una historia italiana: dile
Puente Vittorio Emanuele II. Roma - Italia (©Settemuse.it)

Daniela conversaba y fumaba con unos colegas afuera del edificio de la empresa. Estaba más tranquila. El fin de semana había decidido dejar apagado su celular, no encender la laptop y aceptar la invitación de una amiga para estar en la casa de campo de sus padres, a una hora y media de Milán. Se sintió muy a gusto, no se veían hace mucho tiempo y el sábado por la noche, luego de varias copas de vino, le contó entre lágrimas lo de Mariano. Le hizo bien desahogarse, recibir un abrazo, sentirse querida.


21.10.11

Mientras sueñas

La distancia entre un beso
y mis abrazos no la contamos
que cuando de ello más pensamos
nos alejamos

pero confieso

Que al pensar en ti
siento conmigo tu perfume
tu piel dorada sobre mi
aunque el silencio cruel me abrume
me hará más fuerte
salvar palabras y las ganas
para al volver a verte
tocar la luna entre las sábanas

Abre los ojos, corazón
mírame adentro
mantén esa sonrisa de emoción
por nuestro encuentro
que mientras sueñas
con tulipanes cayendo
cual gotas pequeñas
de un cielo abierto
yo estoy despierto
volviendo tu recuerdo en poesía

Hasta que nos llegue el día
que tras un beso interminable
me perdones los momentos que perdí
diga qué tanto me faltaste
que eres lo que siempre pedí

16.10.11

Crónica italiana: 4. Sálvame

(Capítulo anterior: 3. Nos vemos en Roma
Primer capítulo: 1. Cuestión de tiempo)
sálvame
Castello Sant'Angelo. Roma - Italia

Mariano revisó su celular, intuyendo lo que podría haber provocado la actitud de Daniela. Efectivamente la llamada contestada de Francesca, su ex novia, estaba registrada. “Qué mierda le habrá dicho a Daniela esta loca” – murmuraba mientras marcaba el número.

-         Hola amor, te sigo esperando, ¿Por qué me colgaste?
-         No puedes seguir llamándome así, Fran. Lo sabes.
-         Te digo amor porque te quiero, ¿Acaso tú no?
-         Pero es diferente, ya hemos conversado tantas veces esto.
-         Dime, ¿Vendrás?
-         Estoy en tu casa en veinte minutos.
-         Qué lindo, yo estoy lista.
-         Bueno, nos vemos.
-         Bye amorcito…

Las cosas estaban saliéndose de control. Se le terminaron las excusas para evitar sus invitaciones a cenar o tomar algo. Mariano se había convencido de que esa noche iba a poner fin al asunto. Francesca ya no era parte de su vida, ya no le inspiraba extrañarla, escucharla, tolerarle sus caprichos.
Iba a ser de esas noches que uno no quiere recordar, pero sabía que si no lo hacía, Francesca sería capaz de todo por volver, la conocía lo suficiente. Miró resignado su teléfono con ganas de llamar nuevamente a Daniela, pero no tenía en mente las palabras correctas para explicarle cómo llegó a hacer de su vida un pequeño remolino. Era mejor esperar. “Un paso después del otro” era su frase favorita. Daniela había llegado en el momento indicado para él, aunque no se lo hacía notar. No podía permitirse perderla.


El taxista pisó el freno con tal fuerza que el ruido de las llantas friccionando contra la pista llamó la atención de la gente. No pudo evitar chocar un poco la moto que iba en sentido contrario y que también viró para no estrellarse,  aunque por la velocidad fue imposible. En la moto iban la rubia y Pietro, que terminaron a un lado de la vereda, un poco lastimados por la caída. Casi de inmediato, mientras la gente se acercaba de a pocos y el taxista salía del auto para auxiliar a los motociclistas, un auto estacionó abruptamente al lado de la moto caída, descendiendo dos hombres que vestían jeans,  camisa y lentes oscuros. Uno de ellos se quedó al lado de la puerta abierta mientras el otro se acercó a la rubia, quien extrañamente no dijo nada y lo acompañó en silencio al auto, aún con el casco puesto y el vestido negro un poco rasgado. La acción duró menos de treinta segundos y el auto se perdió hábilmente entre el tráfico.

Tras ese confuso momento, la gente se acercó a Pietro, quien aún permanecía en el suelo, tratando de sentarse. La fiebre y la caída lo tenían mareado, débil. Se quitó el casco y el taxista le preguntó si se sentía bien. “Sí, gracias. Debo caminar a casa”. No estaba tan lejos de su departamento, podía llegar en quince minutos caminando.

-         ¿Por qué su amiga lo dejó?
-         No la conozco.
-         Cómo puede ser eso, si iba con usted.
-         Me estaba ayudando.
-         ¿Ayudando a qué?
-         No lo recuerdo, discúlpeme ahora no me siento muy bien.

Mientras esto sucedía, el mozo de un restaurante vecino se había acercado a auxiliar a Daniela, que permanecía dentro del taxi, con el hombro adolorido pero era más la impresión del momento lo que hacía que no se animara a mover. El mozo la ayudó a descender despacio y poco tiempo después ya estaba algo más tranquila. Se acercó al muchacho de la moto, que hablaba con el taxista.

-         ¿Están bien? Casi los matamos, ¿Dónde está ella?
-         Hola Daniela.
-         …Dios mío, Pietro!!

Daniela y Pietro hasta este momento sólo se habían visto por videoconferencia, cuando por recomendación de Mariano entró en el proceso de entrevistas. Pietro era más alto y joven de lo que imaginó.

-         Es una larga historia, ahora creo que debemos ir a la comisaría.
-         Yo creo que mejor a una clínica, no te ves muy bien.

El taxista le hizo un gesto a Daniela como diciendo que sólo le pague el monto del servicio y que luego se podían ir. Movió la moto hasta la vereda, subió a su auto y partió.

-         Vamos a una clínica.
-      No tengo nada, solo estoy con fiebre por lo que te conté que  me pasó esta mañana.
-         Entonces vamos a mi casa, quiero me expliques qué fue todo esto.

Pietro no sabía exactamente qué decirle. Cómo explicar que una extraña a la que rescató supo en pocas horas dónde vivía y a quiénes conocía. Le entró un poco de miedo, mejor era contarle todo y denunciar a la policía. Pero le hacía eco aun la frase de que iban a atentar contra Daniela, no sabía en qué lío se había metido.

-         ¿Quién era esa chica?
-         La que rescaté en la mañana de Naviglio Grande.
-         ¿Se conocían de antes?
-         Para nada, solo que me buscó a pedirme un favor.
-         ¿Te buscó?
-         No tengo idea qué está pasando exactamente.
-         ¿Pero le diste tu dirección, tu nombre o número?
-    No nada, además todas mis cosas se estropearon en el agua, es más creo que ya rompí el nuevo celular.

Pietro buscó en sus bolsillos y sacó con una mano todo lo que llevaba dentro. Estaba el celular, la billetera, sus llaves y un papel doblado. Lo abrió y decía “Camila +39349909713”. Disimuló su sorpresa. Finalmente sabía el nombre de esa rubia extraña, temerosa, bella.
Daniela se había puesto una compresa fría en el hombro para bajar la inflamación y se sentó frente a Pietro.

-   Debes tener cuidado siempre, no confíes de todo el mundo. Me sigo preguntando qué hacías en la moto con ella, a dónde iban.
-    Me crees si te digo que no lo sé, dijo unas cosas para sacarme de mi casa, yo estaba durmiendo. Me asustó.
-   Mira, tienes todo este fin de semana para descansar y también para solucionar esto. Si te amenazó o algo, debes ir con la policía. Tienes pasaporte italiano, será más rápido sentar la denuncia. ¿Quieres ir a tu casa? Si prefieres te quedas aquí a pasar la noche.
-     Gracias, pero mejor regreso. Tengo el mismo número de celular, por si me quieres contactar.

Antes de entrar a su edificio, Pietro sintió miedo. Miró a su alrededor y no vio nada sospechoso. La fiebre le había pasado pero todavía sentía el dolor de la caída. El día había sido emocional y físicamente intenso, su cuerpo pedía descanso. Ya en su cuarto, miró nuevamente el papel que le dejó Camila y se quedó pensando, sin reparar en el momento en que ella pudo haberlo deslizado en su bolsillo. Luego de un momento sentado sobre su cama, tomó su celular, guardó el número y envió un mensaje de texto: “Cuídate siempre. P”.

El lunes Pietro estaba puntualmente ubicado en su nuevo puesto, ya Daniela lo había presentado a los chicos de la oficina y había sido asignado a un gordito de nombre Alberto para capacitación. Luego del almuerzo, acompañó al grupo de Alberto a tomar un café. El día soleado y de cielo claro lo relajaban. Había decidido no contarle nada de lo que le pasó a su familia porque los iba a preocupar. Sentía que era parte de su experiencia y aprendizaje, debía hacerse hombre por si mismo. De regreso a la oficina, su celular vibra. “Seguro mi vieja”- pensó. Era un mensaje de texto, perturbador, de alguien que nunca esperaba recibir: “Sálvame”. Una sola palabra, simple y tan efectiva para hacer que su cabeza entre en una espiral de pensamientos. Algo le pasaba a Camila y lo había elegido para sacarla de donde estaba. Llegó un segundo mensaje: “Ciudad de Roma”. Quizás era una trampa. Debía ignorarlo. Después de unos minutos, tomó el celular y marcó.

-         Hombre, qué sorpresa. ¿Ya estás trabajando?
-         Si Mariano, necesito que me ayudes. Solo tú podrías hacerlo.
-         No me preocupes loco, ¿Qué ha pasado?
-         Vámonos a Roma.
-         Qué te estás fumando huevón.
-         Te hablo en serio. Por favor, debemos vernos, te cuento todo.
-         …En qué estarás metido, estoy ocupado.
-         Pensé que trabajabas desde casa…
-         Si, pero eso no significa que me las rasco todo el día.
-         Vamos, ayúdame.
-         ¿Es muy urgente, no? Sino te golpeo.
-         Sí, te explicaré todo.
-         Más te vale, llego en media hora.

Pietro no sabía en lo que se estaba metiendo. Tampoco Mariano. Pero tenía esa sensación de que una vida estaba en sus manos, sin pensar claramente en cuáles estaba dejando la suya.

CONTINUARÁ…

SIGUIENTE CAPÍTULO: 5. Dile

23.9.11

Crónica italiana: 3. Nos vemos en Roma

(Capítulo anterior: 2. La noche es frágil
Primer capítulo: 1. Cuestión de tiempo)
nos vemos en roma
Via della Conciliazione. Roma- Italia

Daniela buscaba su iPod dentro de su cartera mientras el taxi avanzaba por las bohemias y no siempre limpias calles de la ciudad. Luego de colgarle el teléfono a Mariano, no había recibido más llamadas. Se percató de que su blusa no estaba completamente cerrada y se apresuró en abotonarse. A través de sus audífonos escuchaba las primeras notas de una canción que había cantado hace unas semanas junto a Mariano en un karaoke. Sonrió un poco y miró por la ventana, recordando la escena. No pasó mucho para que, tras un suspiro, comenzara a llorar. “Nunca llores por un idiota” - le había aconsejado a una amiga hace poco, era el momento de escuchar sus propias palabras y hacer lo mismo.

13.8.11

Crónica italiana: 2. La noche es frágil

(Primer capítulo: 1. Cuestión de tiempo)
la noche es frágil
Colonne di San Lorenzo. Milano - Italia

El agua estaba helada y aunque el canal no era tan alto ni la corriente fuerte, el peso de su ropa le hacia difícil alcanzar a la joven que estaba con la cabeza sumergida. Parecía inconsciente cuando logró alzarla fuera del agua pero casi de inmediato ella reaccionó y se soltó. Era claro que no sabía nadar y la caída le había provocado algunas heridas. “Quizá tomó tanto como yo ayer” – pensaba mientras volvía a intentar llevarla a la orilla. Esta vez ella se aferró muy fuerte de su brazo izquierdo. Cuando parecían alcanzar tierra Pietro sintió un dolor muy fuerte en una de sus piernas. “¡¡Mierda, calambre!!”. Haciendo un gran esfuerzo, tragando agua, consiguió llegar al borde del canal. Fueron luego minutos largos en los que ambos permanecieron tendidos en el suelo, exhaustos.


5.8.11

Crónica italiana: 1. Cuestión de tiempo

cuestion de tiempo
Naviglio Grande. Milán - Italia

"La fuerza de mi amor por ti
contra el viento del olvido.
Venceremos!"

Para Pietro fue difícil dejar Madrid. Sentía que tenía muchas cosas pendientes, pero ningún plan para concretarlas. Una tarde de Junio se despidió de sus padres para irse a trabajar por tiempo indefinido a Milán. Su madre, una bella señora genovesa, siempre le aconsejó irse allá para hacer dinero. “Pero no te acostumbres” – solía decirle al final – quizás con la esperanza de que su único hijo pueda hacer una vida en Madrid cerca de ella.

10.7.11

Qué haré sin ti



Sentado entre el día y la noche
que iluminada se hace infinita
marco la fecha de tu llegada
aniversario de mi locura

Me gusta imaginarte
apareciendo súbito, de prisa
cuerpo moldeado
ojos de caramelo
cabellos al viento
vestido morado
a regalarme tu sonrisa

Porque extraño besar tus manos
cantar contigo en invierno
en silencio amarnos
dormir para volver a vernos

Si supieras como paso mis noches
mirando pensativo al mismo cielo
deseando que la estrella que me vio llorar
te acompañe en tu regreso

Estás conmigo en un suspiro
muy cerca amor a mi pecho
en la forma de un oso de peluche
conservándote para mis sueños

Qué haré sin ti este día
ahogarme entre libros
naufragar mil idiomas
y cuando llegue a ti
volveremos a jugar con el absurdo
sabiendo que estaremos juntos
sin que nada nos separe


23.5.11

I Concurso "Capítulo abierto"

ACTUALIZACIÓN: 
Gracias a todos quienes participaron, no esperaba tan buena acogida al ser el primer concurso. Vendrán más y mejores! Mención muy especial a FGammadis y Beltran por el excelente aporte, de igual forma todos los demás participantes quienes quedan inscritos para sorteos y sorpresas. A continuación, el relato final ganador (Es el texto que sigue después de la marca ***).

Te invitamos a participar de este primer concurso en el que tu creatividad y originalidad serán premiadas. Es sencillo, solo debes leer el relato a continuación (que está incompleto) y darle un final. ¡El mejor cierre de historia será premiado con un reproductor mp4!


Envia un email con tu final del relato a concurso@viaexprosa.com y el Viernes 27 de Mayo 2011 publicaremos la historia completa junto con el nombre del ganador(a). Participan los correos recibidos desde hoy hasta el Jueves 26 a las 20:00 horas (GMT -05:00). Además todos los que participen y/o se suscriban a ViaexProsa podrán beneficiarse de futuras promociones.

Si tienes alguna consulta puedes dejar un comentario al final de este post, gracias y suerte a tod@s!



-         Mira al chino, se ha quedado dormido.

Santiago miró a su derecha, donde estaba el chino completamente borracho durmiendo boca arriba recostado sobre la pared. El resto, sentados en círculo sobre el piso, continuaban bebiendo ron y fumando.
Cinco horas antes Santiago había estado en Lince, en un cuarto inmundo en el noveno piso de un edificio que daba a una avenida muy transitada. Estaba junto a Pocho, un amigo del colegio al que volvió a encontrar después de muchos años en un bar miraflorino. A Pocho siempre le gustó la vida acomodada. Según contaba, estaba metido en varios negocios que le daban una renta suficiente como para no preocuparse más que en disfrutar de su tiempo libre.

-         Aquí es, Tiago.
-         Huele a mierda.
-         Igual que tu depa.
-         Jajaja nunca tanto.
-         Vamos a estar un toque nomás, tranquilo.

Abrió la puerta un tipo bajo, delgado, de unos cuarenta años. Miró a Santiago con desconfianza y saludó a Pocho. Los invitó a entrar.

-         Loco te presento a Tiago. Tiago, él es Loco.
-         ¿Loco?
-         Sí, que tal. Siéntense, ahora regreso.
-         Tienes que ser más entrador.
-         Puta no sé…
-         Ya estamos acá, no puedes arrugar.

(…)
Luego de ese primer reencuentro en el bar de Miraflores, Santiago y Pocho intercambiaron números y no pasaron muchos días para volver a juntarse. Eran buenos amigos, en el pasado tuvieron peleas por mujeres y eso en lugar de distanciar los había hecho muy unidos. Se conocían bien, en la paz y en la guerra.

Algo que a Santiago le llamó la atención era que Pocho no tenía inconvenientes en pagar todos los tragos. Salía con diferentes chicas que le daban mucha atención y cariños pero a ninguna presentó como enamorada. Él tenía a Giuliana, la siempre comprensiva Giuliana. Estaba atravesando por una etapa difícil en la que no tenía un buen trabajo estable. En cambio a ella le iba tan bien que le avergonzaba no poder invitarle a veces ni siquiera un helado. Se justificaba para no salir diciendo que estaba enfermo o que debía prepararse para una entrevista. Temía que ella terminara por cansarse de sus mentiras y lo echara de su vida. Pero no era así, Giuliana siempre tenía esa mirada comprensiva.

En una de las tantas noches que Santiago hablaba con Pocho de lo difícil que podía ser la vida a veces, de su frustración por no hacer feliz a su mujer por el maldito dinero, al despedirse sintió que algo le deslizó en su mano. Era un billete de cien dólares. Pocho le guiñó el ojo y se fue caminando. Luego le mandó un mensaje de texto “La vida es una sola, no te ahogues en un vaso con agua”.

Al día siguiente Santiago invitó a cenar a Giuliana, la vio tan feliz, sorprendida cuando revisaba su cartera – pensando seguramente que una vez más pagaría la cuenta- y ver que él sacaba de su desgastada y famélica billetera el dinero. Una noche perfecta. Llamó a Pocho para agradecerle y éste le contestó: “Un regalo de amigos. Yo sé como puedes conseguir más, me avisas y nos reunimos”.

El trabajo era sencillo. Tenía que llevar una mochila a España y dejarla a una mujer. Nada de preguntas y recibiría cinco mil dólares a cambio. Ida y vuelta, todo pagado. Cinco mil dólares. Una semanita fuera, era todo. “Pocho de mierda, me quiere hacer burro” – pensó mientras éste le contaba de sus experiencias con esos viajes.

-         ¿Y qué voy a decir a mi familia, a mi flaca?
-         Es una semana, nadie se va a dar cuenta. Te peleas con tu flaca y esos días te la pasaste pensando pues, como buen enamorado que eres.
-         ¿Has pensado en todo no?
-         No soy nuevo, mírame y date cuenta. No va a pasar nada.

(…)

Con la mochila debajo de su cama y doscientos dólares en su bolsillo, estando a varias horas para el viaje, Santiago invitó a tomar a sus amigos a su departamento. Tenía que relajarse, no pensar mucho. Los miraba, alcoholizados e ignorantes de lo que le pasaba, riéndose y haciendo las bromas de siempre. “Vas a ver Giulianita, todo cambiará”. Pobre Giuliana, había llorado en esa pelea sin sentido provocada por él. “Lo hago por nosotros amor”.

La fría y nublada mañana del Jueves, Santiago y Pocho entraron al Aeropuerto Jorge Chávez. Luego de registrarse en la aerolínea y dejar una pequeña maleta para la bodega, se reunió con Pocho.

-         Bueno Tiago, te dejo. Nos vemos en unos días pues, tranquilo nomás.
-         Quiero una chela, me hubiera tomado una antes de venir.
-    No. Tienes que estar atento, ya cuando regreses nos metemos una bomba.
-         Te tomo la palabra.

Llegaba la hora de partir y caminar hacia la zona de embarque se le hacía infinita, sentía que todas las miradas iban hacia él. De pronto, vio que unos metros más allá había una silueta que se le hacia familiar. Era Giuliana. Olvidó que ella, en su rol de supervisora de una cadena de cafeterías, a veces hacía visitas sorpresa a los locales. “Mierda, si me ve aquí termina todo”. Aceleró los pasos y se percató que dos agentes de seguridad conversaban junto a la puerta por donde él debía pasar. Se distrajo, dejó caer su celular y éste se abrió, arrojando la batería y la tapa. Mientras recogía el aparato tratando de no llamar más la atención, pudo advertir de reojo que se le acercaba una mujer…

***



En el pasillo no había mucha gente, tenia que decidir su próximo movimiento de inmediato. Recogió como pudo las piezas del celular y se puso de pie nuevamente, volteó hacia la mujer que se acercaba hacia él, que – para la increíble suerte que tenía esa mañana – resultó ser Daniela, una amiga de Giuliana que siempre le pareció muy chismosa. Ambos se quedaron mirando y Daniela ya se había percatado de la mochila, sus ojos inquietos delataban que intentaba atar cabos. En una reacción que jamás imaginó, Santiago envolvió a Daniela con sus brazos y le besó en la boca, como a una enamorada  a la que se despide por un largo viaje. Aún sorprendida, Daniela solo atinó a darle un puntapié y retroceder un paso. No pensó en hacer un escándalo porque podría perder el trabajo. Con una cara de indignación, comenzó a increparle



-         ¿Qué crees que haces, idiota?
-         Te pido mil disculpas, no puedo explicarte ahora.
-         ¿Mas te vale hacerlo, Giuliana sabe que estas acá?
-         Por eso, no lo sabe.
-         Eres un imbécil, ¿A donde piensas irte?
-         Es una larga historia, pero debo irme.
-         ¿Estás sudando, te sientes bien?
-         La verdad es que no, solo prométeme que no le dirás nada.
-         Claro que le diré, ella es mi amiga y no puedo mentirle.
-         Por favor, es una sorpresa.
-         Mi intuición me dice completamente todo lo contrario.

Había algo en las palabras de Daniela, quizás su determinación y la mirada fija que tenia sobre él, que decidió contarle todo.
Sabía,- sin necesidad de ver el contenido-, que esa mochila tenía droga y que Pocho lo estaba usando como burrier. Por un momento sintió que no tuvo el control sobre si mismo y eso lo asustó mucho.

-         Por favor aléjate rápido de aquí y olvídate de esos “amigos”. No le diré nada a Giuliana.
-         No sé por qué lo estás haciendo, tengo todo en mi contra ahora, pero muchas gracias. Discúlpame nuevamente por besarte.
-         Ni me lo recuerdes que me da como remordimientos.
-         Esta bien, disculpa, ya me voy.

Se despidieron con la mirada, que a veces habla igual que un abrazo o una frase de despedida, y se alejaron.
Era ahora que sentía un gran alivio, a pesar que le tocaba rendir cuentas a Pocho, pero a cambio se evitó una gran mentira que cargaría con él toda la vida, si es que tenía la suerte de que no lo descubrieran antes.

-         Sabía que no lo harías, maricón.
-         ¿Por qué me lo encargaste entonces?
-         Pues contigo viajaban cinco más. Supe que atraparon a dos. Fue un buen día. Lo que tenías no era gran cosa, los más grandes pasaron sin problemas. Ya cuando tienes cancha lo haces como si las huevas. Si la hacías esta vez, la siguiente te pagaba el doble.
-         Ya no quiero saber nada de esto.
-         Me imagino. Tu flaquita te ha vuelto un huevón, jajajaj.
-         Ja ja ja, no pero mejor estar misio que con problemas cardiacos, casi me desmayo en el aeropuerto.
-         He visto casos. Bueno, tengo cosas que hacer. Te llamo otro día para un trago.

Al salir del departamento, Santiago dio un pequeño brinco como un niño al que no le han descubierto una travesura. Tomó su celular sabiendo que Giuliana estaría linda como siempre esperando su llamada con la sonrisa de una mujer que ama sin condiciones.

FIN

18.5.11

Huellas impares


Caminé hasta la orilla
me empapé de mar
llené mis pulmones
brisa y humedad
y al final de la playa
te escuché cantar

Sin mirar atrás
fui tras tus pasos
al calor de tus manos
salté cada charco
me topé con piedras
sané mis heridas

Y llegué a tu lado
con ropa mojada
me diste abrigo
luz a mis ojos
refugio en tu vida
¡Te había encontrado!

Bailamos de noche
tú, yo y la luna
contigo bastaba
la arena impregnada
de huellas impares
amor y detalles

Que no se detenga
el tiempo contigo
que siga llegando
canción y locura
secretos de noche
caramelo de labios

Porque

Cuando llegué a tu lado
con ropa mojada
y abrigo me diste
Luz de mis ojos
refugio en mi vida
ya te había encontrado

Eduardo

18.3.11

Cuando regreses: 8. Si preguntas

(Capítulo anterior: 7. Vámonos a casa
Primer capítulo: 1. Fuego interno)
si preguntas

Abriste los ojos un catorce de febrero. ¿Recuerdas que preguntaste por Tarzán? Te extrañó mucho, siempre aullaba puntualmente a las siete de la noche, hora en que solías llegar a casa para ver televisión con él.

Todo el tiempo estuve convencida de que nos escuchabas y que te preocupabas en silencio por todos nosotros. Quiero imaginar que estos meses tomaste lo que todos algún momento queremos: tiempo para nosotros mismos, para pensar en todo lo que no podemos mientras tenemos al resto encima.

9.3.11

Cuando regreses: 7. Vámonos a casa

(Capítulo anterior: 6. Noche eterna
Primer capítulo: 1. Fuego interno)
vamos a casa

La desesperación se apoderó de la gente. Los bomberos y la policía acordonaron el lugar a mayor distancia de las casas destruidas para evitar más heridos y poder acelerar las tareas de rescate.

Paloma era empujada por la masa -periodistas,  curiosos y aquellos que pudieron escapar a tiempo del desplome. Sintió que el calor y agitación la asfixiaban. Le invadió el pánico. Emitiendo un sonido apagado, alzó los brazos agitándolos y se desmayó.

9.2.11

Cuando regreses: 6. Noche eterna

(Capítulo anterior: 5. Palabras en el aire
Primer capítulo: 1. Fuego interno)

-        Detrás de la cinta amarilla por favor.
-        Somos de la prensa.
-        Y yo de la policía, ahora haga lo que le pido.

Frente a una muchedumbre cada vez más numerosa, un grupo de rescatistas rodeaba el viejo gran solar derrumbado, algunos estaban acompañados por perros adiestrados que apuntaban sus hocicos hacia los escombros. Algunos muros y columnas estaban aún de pie. Eran más de doscientos metros cuadrados de desolación.