23.5.11

I Concurso "Capítulo abierto"

ACTUALIZACIÓN: 
Gracias a todos quienes participaron, no esperaba tan buena acogida al ser el primer concurso. Vendrán más y mejores! Mención muy especial a FGammadis y Beltran por el excelente aporte, de igual forma todos los demás participantes quienes quedan inscritos para sorteos y sorpresas. A continuación, el relato final ganador (Es el texto que sigue después de la marca ***).

Te invitamos a participar de este primer concurso en el que tu creatividad y originalidad serán premiadas. Es sencillo, solo debes leer el relato a continuación (que está incompleto) y darle un final. ¡El mejor cierre de historia será premiado con un reproductor mp4!


Envia un email con tu final del relato a concurso@viaexprosa.com y el Viernes 27 de Mayo 2011 publicaremos la historia completa junto con el nombre del ganador(a). Participan los correos recibidos desde hoy hasta el Jueves 26 a las 20:00 horas (GMT -05:00). Además todos los que participen y/o se suscriban a ViaexProsa podrán beneficiarse de futuras promociones.

Si tienes alguna consulta puedes dejar un comentario al final de este post, gracias y suerte a tod@s!



-         Mira al chino, se ha quedado dormido.

Santiago miró a su derecha, donde estaba el chino completamente borracho durmiendo boca arriba recostado sobre la pared. El resto, sentados en círculo sobre el piso, continuaban bebiendo ron y fumando.
Cinco horas antes Santiago había estado en Lince, en un cuarto inmundo en el noveno piso de un edificio que daba a una avenida muy transitada. Estaba junto a Pocho, un amigo del colegio al que volvió a encontrar después de muchos años en un bar miraflorino. A Pocho siempre le gustó la vida acomodada. Según contaba, estaba metido en varios negocios que le daban una renta suficiente como para no preocuparse más que en disfrutar de su tiempo libre.

-         Aquí es, Tiago.
-         Huele a mierda.
-         Igual que tu depa.
-         Jajaja nunca tanto.
-         Vamos a estar un toque nomás, tranquilo.

Abrió la puerta un tipo bajo, delgado, de unos cuarenta años. Miró a Santiago con desconfianza y saludó a Pocho. Los invitó a entrar.

-         Loco te presento a Tiago. Tiago, él es Loco.
-         ¿Loco?
-         Sí, que tal. Siéntense, ahora regreso.
-         Tienes que ser más entrador.
-         Puta no sé…
-         Ya estamos acá, no puedes arrugar.

(…)
Luego de ese primer reencuentro en el bar de Miraflores, Santiago y Pocho intercambiaron números y no pasaron muchos días para volver a juntarse. Eran buenos amigos, en el pasado tuvieron peleas por mujeres y eso en lugar de distanciar los había hecho muy unidos. Se conocían bien, en la paz y en la guerra.

Algo que a Santiago le llamó la atención era que Pocho no tenía inconvenientes en pagar todos los tragos. Salía con diferentes chicas que le daban mucha atención y cariños pero a ninguna presentó como enamorada. Él tenía a Giuliana, la siempre comprensiva Giuliana. Estaba atravesando por una etapa difícil en la que no tenía un buen trabajo estable. En cambio a ella le iba tan bien que le avergonzaba no poder invitarle a veces ni siquiera un helado. Se justificaba para no salir diciendo que estaba enfermo o que debía prepararse para una entrevista. Temía que ella terminara por cansarse de sus mentiras y lo echara de su vida. Pero no era así, Giuliana siempre tenía esa mirada comprensiva.

En una de las tantas noches que Santiago hablaba con Pocho de lo difícil que podía ser la vida a veces, de su frustración por no hacer feliz a su mujer por el maldito dinero, al despedirse sintió que algo le deslizó en su mano. Era un billete de cien dólares. Pocho le guiñó el ojo y se fue caminando. Luego le mandó un mensaje de texto “La vida es una sola, no te ahogues en un vaso con agua”.

Al día siguiente Santiago invitó a cenar a Giuliana, la vio tan feliz, sorprendida cuando revisaba su cartera – pensando seguramente que una vez más pagaría la cuenta- y ver que él sacaba de su desgastada y famélica billetera el dinero. Una noche perfecta. Llamó a Pocho para agradecerle y éste le contestó: “Un regalo de amigos. Yo sé como puedes conseguir más, me avisas y nos reunimos”.

El trabajo era sencillo. Tenía que llevar una mochila a España y dejarla a una mujer. Nada de preguntas y recibiría cinco mil dólares a cambio. Ida y vuelta, todo pagado. Cinco mil dólares. Una semanita fuera, era todo. “Pocho de mierda, me quiere hacer burro” – pensó mientras éste le contaba de sus experiencias con esos viajes.

-         ¿Y qué voy a decir a mi familia, a mi flaca?
-         Es una semana, nadie se va a dar cuenta. Te peleas con tu flaca y esos días te la pasaste pensando pues, como buen enamorado que eres.
-         ¿Has pensado en todo no?
-         No soy nuevo, mírame y date cuenta. No va a pasar nada.

(…)

Con la mochila debajo de su cama y doscientos dólares en su bolsillo, estando a varias horas para el viaje, Santiago invitó a tomar a sus amigos a su departamento. Tenía que relajarse, no pensar mucho. Los miraba, alcoholizados e ignorantes de lo que le pasaba, riéndose y haciendo las bromas de siempre. “Vas a ver Giulianita, todo cambiará”. Pobre Giuliana, había llorado en esa pelea sin sentido provocada por él. “Lo hago por nosotros amor”.

La fría y nublada mañana del Jueves, Santiago y Pocho entraron al Aeropuerto Jorge Chávez. Luego de registrarse en la aerolínea y dejar una pequeña maleta para la bodega, se reunió con Pocho.

-         Bueno Tiago, te dejo. Nos vemos en unos días pues, tranquilo nomás.
-         Quiero una chela, me hubiera tomado una antes de venir.
-    No. Tienes que estar atento, ya cuando regreses nos metemos una bomba.
-         Te tomo la palabra.

Llegaba la hora de partir y caminar hacia la zona de embarque se le hacía infinita, sentía que todas las miradas iban hacia él. De pronto, vio que unos metros más allá había una silueta que se le hacia familiar. Era Giuliana. Olvidó que ella, en su rol de supervisora de una cadena de cafeterías, a veces hacía visitas sorpresa a los locales. “Mierda, si me ve aquí termina todo”. Aceleró los pasos y se percató que dos agentes de seguridad conversaban junto a la puerta por donde él debía pasar. Se distrajo, dejó caer su celular y éste se abrió, arrojando la batería y la tapa. Mientras recogía el aparato tratando de no llamar más la atención, pudo advertir de reojo que se le acercaba una mujer…

***



En el pasillo no había mucha gente, tenia que decidir su próximo movimiento de inmediato. Recogió como pudo las piezas del celular y se puso de pie nuevamente, volteó hacia la mujer que se acercaba hacia él, que – para la increíble suerte que tenía esa mañana – resultó ser Daniela, una amiga de Giuliana que siempre le pareció muy chismosa. Ambos se quedaron mirando y Daniela ya se había percatado de la mochila, sus ojos inquietos delataban que intentaba atar cabos. En una reacción que jamás imaginó, Santiago envolvió a Daniela con sus brazos y le besó en la boca, como a una enamorada  a la que se despide por un largo viaje. Aún sorprendida, Daniela solo atinó a darle un puntapié y retroceder un paso. No pensó en hacer un escándalo porque podría perder el trabajo. Con una cara de indignación, comenzó a increparle



-         ¿Qué crees que haces, idiota?
-         Te pido mil disculpas, no puedo explicarte ahora.
-         ¿Mas te vale hacerlo, Giuliana sabe que estas acá?
-         Por eso, no lo sabe.
-         Eres un imbécil, ¿A donde piensas irte?
-         Es una larga historia, pero debo irme.
-         ¿Estás sudando, te sientes bien?
-         La verdad es que no, solo prométeme que no le dirás nada.
-         Claro que le diré, ella es mi amiga y no puedo mentirle.
-         Por favor, es una sorpresa.
-         Mi intuición me dice completamente todo lo contrario.

Había algo en las palabras de Daniela, quizás su determinación y la mirada fija que tenia sobre él, que decidió contarle todo.
Sabía,- sin necesidad de ver el contenido-, que esa mochila tenía droga y que Pocho lo estaba usando como burrier. Por un momento sintió que no tuvo el control sobre si mismo y eso lo asustó mucho.

-         Por favor aléjate rápido de aquí y olvídate de esos “amigos”. No le diré nada a Giuliana.
-         No sé por qué lo estás haciendo, tengo todo en mi contra ahora, pero muchas gracias. Discúlpame nuevamente por besarte.
-         Ni me lo recuerdes que me da como remordimientos.
-         Esta bien, disculpa, ya me voy.

Se despidieron con la mirada, que a veces habla igual que un abrazo o una frase de despedida, y se alejaron.
Era ahora que sentía un gran alivio, a pesar que le tocaba rendir cuentas a Pocho, pero a cambio se evitó una gran mentira que cargaría con él toda la vida, si es que tenía la suerte de que no lo descubrieran antes.

-         Sabía que no lo harías, maricón.
-         ¿Por qué me lo encargaste entonces?
-         Pues contigo viajaban cinco más. Supe que atraparon a dos. Fue un buen día. Lo que tenías no era gran cosa, los más grandes pasaron sin problemas. Ya cuando tienes cancha lo haces como si las huevas. Si la hacías esta vez, la siguiente te pagaba el doble.
-         Ya no quiero saber nada de esto.
-         Me imagino. Tu flaquita te ha vuelto un huevón, jajajaj.
-         Ja ja ja, no pero mejor estar misio que con problemas cardiacos, casi me desmayo en el aeropuerto.
-         He visto casos. Bueno, tengo cosas que hacer. Te llamo otro día para un trago.

Al salir del departamento, Santiago dio un pequeño brinco como un niño al que no le han descubierto una travesura. Tomó su celular sabiendo que Giuliana estaría linda como siempre esperando su llamada con la sonrisa de una mujer que ama sin condiciones.

FIN

18.5.11

Huellas impares


Caminé hasta la orilla
me empapé de mar
llené mis pulmones
brisa y humedad
y al final de la playa
te escuché cantar

Sin mirar atrás
fui tras tus pasos
al calor de tus manos
salté cada charco
me topé con piedras
sané mis heridas

Y llegué a tu lado
con ropa mojada
me diste abrigo
luz a mis ojos
refugio en tu vida
¡Te había encontrado!

Bailamos de noche
tú, yo y la luna
contigo bastaba
la arena impregnada
de huellas impares
amor y detalles

Que no se detenga
el tiempo contigo
que siga llegando
canción y locura
secretos de noche
caramelo de labios

Porque

Cuando llegué a tu lado
con ropa mojada
y abrigo me diste
Luz de mis ojos
refugio en mi vida
ya te había encontrado

Eduardo