26.6.12

Diario de un perdedor: VII. Buena suerte y hasta luego

[Capítulos anteriores: IIIIIIIV, V, VI]

Cuando te conocí supe que no podríamos ser sólo amigos. Esa boquita rubí  semiabierta como un botón de rosa cada vez que acomodabas tu cabello café me hizo perder la razón. Nunca me pude explicar bien por qué te hacían gracia mis bromas, si soy malísimo. Quizás porque me amabas. Jamás te lo dije, pero conquistarte fue una de las mejores experiencias de mi vida; cómo te hacías la difícil, la de la agenda ocupada, creo que me pasaría lo mismo si fuera mujer y tuviera tu belleza y carácter, lo entiendo perfectamente. Tampoco me explico por qué entre tantos pretendientes que tenías en esa época me elegiste a mí. Creo que sí me lo contaste una vez, que porque a pesar de ser un tipo torpe y a veces corriente, siempre fui transparente contigo. Sí, yo fui un transparente imbécil…

19.6.12

Momento tatuado


Piensa esta noche en un camino
bajo estrellas cuidando tus sueños
que repose el aire en tus cabellos
tu mente y recuerdos son tu reino

Cierra tus ojos risueños
mueve tus alas cual hojas de cedro
avanza segura, no tengas miedo
que guíe tu alma desde adentro

Si tu fuerte corazón curado
se siente débil un instante
pon la tristeza a un lado
recuerda que antes ya caíste

Vuelve a una tarde de verano
tus pies descalzos en la arena
conserva ese momento tatuado
todo lo bien que te sentiste

Y si ya una sonrisa dibujaste
con esos labios, tus mejores armas
que conocen el sabor de tus lágrimas
con los que has amado, también explotado

Me sentiré mucho más que contento
el haberte acompañado en este viaje
mantén siempre vivos recuerdos y sueños
hasta volver a encontrarnos


14.6.12

Diario de un perdedor: VI. Desde mi balcón


[Capítulos anteriores: IIIIIIIV, V]

Hoy es cumpleaños de mi mamá y lo celebraremos en nuestra casa. La misma donde crecí, la de toda la vida, esa que dejé cuando cumplí veintitrés años y a la que volví siempre que me sentí solo o la vez que caí en bancarrota y no pude pagar el alquiler de mi departamento. Sé que cada vez que vuelva a esta casa tendré mi cuarto tal y como lo dejé hace diez años, con las paredes blancas  y cubiertas de posters de Nirvana, del Real Madrid, recortes de revistas y stickers en varios idiomas. Con la lámpara de mi mesa de noche con forma de perrito, mi escritorio donde convivieron durante años libros universitarios, cajetillas de cigarros vacías, CDs de rock y mucha ropa sucia. Con mi viejo balcón de hierro, baranda de madera y vista hacia el parque, donde fumé mi primer porro junto a la loca de Pamela. Cómo olvidar a Pamela, mi vecina que descontrolada por sus hormonas adolescentes se volvió poco menos que una ninfómana a finales de los noventas. Esas cuatro paredes de mi cuarto fueron mi reino por mucho tiempo, conservan mudos tantos secretos y aventuras que me han marcado para toda la vida. Tanto así me influenció esa habitación que cuando compré mi departamento busqué uno que tuviera un balcón parecido pero con vista al mar. Sin importar que tenga días en los que podría morir de tanto estornudar debido a la alergia causada por la humedad, estoy seguro de que sería una de las mejores muertes que uno pudiera encontrar: mirando el infinito del océano, guardándole respeto y fundiendo mi suspiro agitado en su fresca brisa.

5.6.12

Diario de un perdedor: V. Conteo regresivo

[Capítulos anteriores: IIIIIIIV]


Ya reconozco la canción, no es cubana sino puertorriqueña: Conteo regresivo de Gilberto Santa Rosa. Uno, dos, tres, cuatro, pausa y cambio si recuerdo bien. Sí, eran cuatro tiempos y dos pausas. Así me enseñó Claudia en incontables noches de discoteca. Hombros y caderas moviéndose al ritmo pero sin pecar de Ricky Martin. Algo me dice que mis movimientos se asemejan más al de un muñeco de gelatina que al de un macho latino salsero. Maldito Lucio, no debí quedarme a beber contigo. Ahora sólo hay números en tu cabeza de una relación que no da para más. Qué carajos tiene el DJ para poner una canción así en una boda. Salsa bonita y coqueta; letra inapropiada, infame. Ella mientras tanto sigue sin mirarme.