Cierto
es que no tenía un plan para continuar la conversación y menos en un idioma que
conozco tanto como la comida típica de Uganda, pero también es seguro que no
quería perder la oportunidad de saber quién era esta chica que sin esfuerzo
alguno me sacó del letargo. Olá Adriana
–te extiendo la mano-, qué manos tan
suaves tienes, ¿te animarías a salir
conmigo? No, esto último será mejor guardarlo para otra ocasión. Lo de
manos suaves sí lo he soltado arriesgadamente en inglés como un cumplido aunque
no esté seguro si te sentirás ofendida. Afortunadamente lo tomaste con
naturalidad y ahora sí Adrianita te pido que continuemos en inglés porque no te entiendo ni mierda. Has llegado
de Porto Alegre hace tres días, no conoces prácticamente nada de la ciudad y
hoy te perdiste en el camino a la universidad. Te escucho y pienso en todas las
oportunidades que tendremos para pasarla bien juntos, me emociona imaginarlo y
de hecho debo estar luciendo una cara de pervertido total.
Estarás
recontra buena Adrianita y aunque yo esté un poco loco por conocerte no seré tan
tonto de tirarme a la piscina el primer día, no soy viejo de pura casualidad. Luego
de darte la bienvenida a la clase como si fuera el delegado oficial, me
despido. Ya sabes mi nombre, yo el tuyo, soy tu primer compañero de clase,
punto a mi favor. En el estacionamiento prendo un cigarrillo y después de unos
minutos te veo subir a un taxi con algo de apuro. ¿A donde irás así con sólo
tres días en ésta ciudad? No puedo esperar a mañana para volver a conversar.