26.2.14

Sobredosis [cuento corto]

sobredosis

Dijo Franklin Roosevelt que los hombres no son prisioneros del destino sino prisioneros de su propia mente. Y ésta inspirada frase no la hubiera nunca conocido Lorena sino fuera porque la leyó en el papelito de instrucciones que encontró dentro del paquete de pastillas que acababa de comprar. Casi desesperada por su situación acudió a un médico naturista recomendado por una de sus mejores amigas. A nadie más podría haberle confiado su embarazoso secreto. A los cuarenta años, que se dicen ser los nuevos treinta y en pleno apogeo de su madurez física y mental, su esposo, que tenía un par de años más que ella, había –por darle un término industrial- dejado de funcionar.


19.2.14

El soldado español [cuento corto]

el soldado español

"La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver". -Mario Vargas Llosa


Llegó una tarde cualquiera con dos sacos negros de plástico a lo más alto del cerro desde donde se podía ver toda la ciudad que por lo general devolvía la mirada con desprecio. Los habitantes de ese humilde rincón acogieron con silencio solidario al tímido anciano que se afanó en terminar de construir rápidamente su covacha a base de maderas y cartones que recogió diligentemente durante todo un mes.


12.2.14

Fruta macerada [cuento corto]

fruta macerada

¡Lleve la rica fruta caserito, lleve!” gritaban las señoras en delantal desde sus puestos al pasar de los compradores sabatinos que se movían en involuntaria armonía a ritmo de procesión. Pese a que había vivido en ese barrio toda su vida, era la primera vez que Víctor se había visto en la necesidad de ir al mercadito comunal. Pensaba que con hamburguesas y huevos fritos un hombre podría vivir tranquilo por siempre pero se equivocó. Mientras caminaba por los pasadizos saturados de gente y de olores de todo tipo, extrañaba la sonrisa de Pamela que lo esperaba con un plato distinto, riquísimo, todas las noches. Aunque su espíritu juvenil chocaba constantemente con su aspecto físico, había ingresado forzosamente al dudoso club de los solteros maduros y tenía inevitablemente que atender por cuenta propia todas sus necesidades, incluyendo (sobre todo) las sexuales.

5.2.14

El violinista [cuento corto]

el violinista


El pasillo desde la puerta hacia el altar estaba decorado con flores blancas que iluminaban aún más aquella noche especial. El novio sonreía nervioso, metía y sacaba las manos de los bolsillos para saludar a la distancia a los invitados que iban llegando. Conversaba por ratos con el sacerdote, quien con doscientas nupcias de experiencia encima, le hacía bromas para relajarlo. Mientras tanto, a pocos metros de ellos, dos músicos esperaban su momento impecablemente vestidos y con violín en mano.