5.8.11

Crónica italiana: 1. Cuestión de tiempo

cuestion de tiempo
Naviglio Grande. Milán - Italia

"La fuerza de mi amor por ti
contra el viento del olvido.
Venceremos!"

Para Pietro fue difícil dejar Madrid. Sentía que tenía muchas cosas pendientes, pero ningún plan para concretarlas. Una tarde de Junio se despidió de sus padres para irse a trabajar por tiempo indefinido a Milán. Su madre, una bella señora genovesa, siempre le aconsejó irse allá para hacer dinero. “Pero no te acostumbres” – solía decirle al final – quizás con la esperanza de que su único hijo pueda hacer una vida en Madrid cerca de ella.

Dos horas de viaje después, Pietro estaba en la ciudad de la moda, llamando a Mariano para que lo recoja. Mariano llegó dos horas más tarde y con una sonrisa despreocupada, relajada. “¡Bienvenido cabrón jajaja!” – fue lo primero que le dijo y lo abrazó muy fuerte. Fue gracias a los contactos de Mariano que Pietro consiguió trabajo en un estudio de arquitectos, sabía que iba a empezar prácticamente de cero pero la idea de respirar aires nuevos lo entusiasmaba. 

- Ahora vamos a que conozcas tu departamento.  
- ¿Qué tal está? 
- A mí me gusta, antes vivía una chica ahí, estudiaba en la Bocconi. Cuando se fue dejó todo limpio. 
- Menos mal, así gano tiempo para acomodar mis cosas. 
- Debes llamar a Daniela, almorcé con ella ayer y me dijo que pensaba convocarte este viernes para que comiences a trabajar. 
- Entonces tengo poco tiempo para conocer la ciudad. 
- No te preocupes, mañana en la tarde podemos hacer algo. Disfruta del sol, que se viene fuerte.

Al día siguiente por la mañana Pietro terminó de acomodar su ropa y cocinó un poco para poder aprovechar el día en reconocer las calles y no perderse en su primer día de trabajo.

Observaba a la gente y la dinámica de la ciudad. Notó rápidamente que su noción de la moda quizás no iba tan acorde con la de los milaneses. La preocupación, sin embargo, no le preocupó mucho. “Mariconadas” – pensó, y sonrió.

Caminó por Naviglio Grande, uno de los canales que recorren el sur de la ciudad y que cuenta con puentes cortos para ir de una orilla a otra, las cuales albergan en casi toda su extensión a negocios como cafés, bares y restaurantes. Se notaba que de noche el lugar cobraba vida y se respiraba bohemia. Supo de inmediato que sería su lugar preferido. Encendió un cigarro e hizo unas cuantas llamadas a Madrid para contar sus primeras impresiones, mientras descansaba bajo la sombra de un árbol que parecía solidarizarse con él y le otorgaba un viento amable, fresco.

Mientras almorzaba escuchando música de radio local, recibió la llamada de Mariano.


- ¿Cómo estuvo tu día? 
- He caminado muchísimo, estoy cansado. 
- Pues no se qué harás pero recupera tus energías. Saldremos con unos amigos esta noche. Ya les dije que eres nuevo aquí y quieren darte la bienvenida. 
- Hablé con Daniela, me quiere ver mañana temprano para empezar. 
- Perfecto, entonces debemos salir esta noche para que inicies bien motivado. 
- Bueno, te llamo en la noche, dormiré.

Era una discoteca muy grande y por la cantidad de gente en el lugar, no parecía ser miércoles. Las amigas y amigos de Mariano fueron muy atentos con él. Era una gran bienvenida, no podía imaginarla mejor. Se dejó contagiar por la música, soltó más el cuerpo y empezó a hacer pequeños movimientos con los pies y manos sobre su sitio. Miraba a todos lados, bebía y brindaba por razones que no comprendía bien. Había mentido un poco sobre su “italiano fluido” en su curriculum vitae. Se arrepintió de no haber prestado más atención a su madre.

Avanzaba la noche y de un momento a otro la cabeza comenzó a darle vueltas. La música era cada vez más fuerte y las luces por momentos lo aturdían. “Estoy ebrio…”.

Recordaba sus noches con los amigos de siempre en Alcorcón o cuando pasaba memorables fines de semana en Fuenlabrada. Buenas épocas. Se dio cuenta  de que estaba con los ojos cerrados, los abrió de repente y vio a una joven rubia casi frente a él. Bellísima, de ojos claros como el trago que contenía la copa que bebía. Con lo alucinado que estaba, no sabía si aquella figura hermosa era su bien elaborada imaginación o era real. Siguió mirándola, hicieron contacto visual. “Ojos azules, como el trago que llevas en tu copa.” – balbuceó. Cuando abrió los ojos por segunda vez estaba dentro de un auto desconocido. Cuando los abrió por tercera vez, ya era de día y estaba echado sobre su cama con la ropa de la noche anterior. Tardó unos cuantos segundos en darse cuenta horrorizado que eran las seis y media de la mañana, lo esperaban a las siete y media, una hora antes que el resto de empleados para que conozca el centro laboral y pueda conversar tranquilo con Daniela. Dio un salto violento fuera de su cama y se bañó como pudo. Aún tenia el olor a cigarros y alcohol, aún la cabeza le daba vueltas.

Se vistió con el apuro de un amante a punto de ser descubierto y se miró al espejo antes de salir. Su aspecto era peor de lo que esperaba, comenzando por la ropa. Le importó un carajo la moda italiana y lucía como un adolescente  rebelde que asiste a su fiesta de promoción: desaliñado, con la corbata chueca, la camisa arrugada.No puedes llegar tarde, es tu primer día” -  se decía a si mismo para no pensar en los asuntos antes mencionados. Aceleró lo más que pudo y se acercó a uno de los puentes de Naviglio Grande para alcanzar la parada del autobus. Diez minutos más con el reloj a su favor y llegaría justo a tiempo.

Cuando cruzaba el pequeño puente, apuradísimo, volteó a ver a la única persona que estaba ahí parada. Era la joven rubia de la noche anterior. No había sido una alucinación. Estaba siempre bella, pero al dirigirle la vista sus ojos celestes le parecieron un lago azul a punto de rebalsar. El tiempo se detuvo unos segundos y Pietro quedó impactado con esa mirada. Al reanudarse el breve paréntesis que significó ese encuentro, se encontró a si mismo corriendo y comenzando a sudar.

De pronto, al voltear la esquina sintió una corazonada. Como si hubiera podido encajar una pieza importante de un rompecabezas. Miró su reloj, siete y veintiuno, miró a la esquina que acababa de voltear. Dio un pequeño resoplido e intranquilo regresó en sus pasos sólo para comprobar atónito que su presentimiento era correcto. Ahora tenía segundos para saber cuál seria su siguiente paso, mientras que los pies de la joven rubia se desprendían del borde del puente, hacia el río.


CONTINUARÁ...

SIGUIENTE CAPÍTULO: 2. La noche es frágil

2 comentarios :

  1. Que puedo decir, es un excelente comienzo y siempre con esa forma que tienes al escribir de dejar con las ansias de leer mas y mas, con una intriga agradable. Por cierto el tema musical que has colocado esta muy lindo, buen acompañamiento para el capitulo :).

    Éxitos!!! un abrazo y un beso a la distancia.

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  2. Y te instalas en Italia, mi sueño dorado, buen comienzo para la historia que comienzas a presentar.
    Un abrazo Eduardo.

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