Mirarse al espejo y ver a un hombre que se parece a tí. Las luces de la primera hora del día revelan en mi rostro ojeras de vino, labios secos como hojas de otoño y arrugas sin experiencia. Me mantengo de pie, en postura rígida frente a mi propia figura enmarcada, en actitud desafiante. A quién pretendo engañar. La derrota se me ha echado encima sin piedad, derrumbándome, burlándose en cada intento por levantarme, haciendo polvo mi orgullo. Los minutos transcurren inevitables, en silencio, esperando un fatal desenlace. Qué pasaría si rompiera el cristal a puño cerrado. De nada serviría sangrar por fuera. Retrocedo despacio, alejándome una lágrima en cada paso, reconociendo la victoria del hombre que se parece a mí, o aquello en lo que me he convertido sin darme cuenta.
Copyright: ©John Vink Maradona fue ese chico prodigio del fútbol, de talento natural, marcado con la huella imborrable de los que protagonizan aquella historia del chico que sale del barrio humilde y consigue convertirse en una estrella. Historias así existieron y vendrán muchas otras, pero él fue diferente. Porque era algo increíble verlo tratar una esfera como si fuese una extensión de su existencia y obedeciera a sus más exigentes caprichos. Diego vivió rodeado de gente buena y mala, fue conociendo las delicias y las fortunas de la fama y el dinero, que también tiene un lado oscuro, al que no escapó, del que se dejó tentar, al que finalmente sucumbió. Maradona llenó estadios, ganó admiradores en todo el mundo, quienes comprendieron que el fútbol puede también ser un arte. Diego firmó autógrafos, se dejó engreír, se fue envolviendo de vicios y defectos que por momentos dominaron a ese ser solidario, fiel amigo, bonachón. Diego y Maradona compartieron el mismo cuerpo en una impo...
Hay veces en que nos miramos y no nos reconocemos. Un besote!!
ResponderEliminarEl espejo puede decirnos tanto sobre nosotros. Gracias por visitar, beso!
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