Mirarse al espejo y ver a un hombre que se parece a tí. Las luces de la primera hora del día revelan en mi rostro ojeras de vino, labios secos como hojas de otoño y arrugas sin experiencia. Me mantengo de pie, en postura rígida frente a mi propia figura enmarcada, en actitud desafiante. A quién pretendo engañar. La derrota se me ha echado encima sin piedad, derrumbándome, burlándose en cada intento por levantarme, haciendo polvo mi orgullo. Los minutos transcurren inevitables, en silencio, esperando un fatal desenlace. Qué pasaría si rompiera el cristal a puño cerrado. De nada serviría sangrar por fuera. Retrocedo despacio, alejándome una lágrima en cada paso, reconociendo la victoria del hombre que se parece a mí, o aquello en lo que me he convertido sin darme cuenta.
Era uno de esos días en el que se amanece queriendo que ya anochezca. Mariella finalmente había aceptado mi invitación a una cena y para mejorar el asunto la reunión sería en mi departamento y conmigo como único chef y anfitrión. Con la preparación en casa no sólo estaba ganando puntos a favor sino que aliviaría en algo a mi escuálida y castigada billetera post periodo navideño. La receta ganadora: Pechugas de pollo con salsa de champiñones. En realidad era la única receta fácil que mi madre pudo enviarme vía e-mail. Se había incluso ofrecido venir a cocinar pero tener a tu mamá en tu departamento en la primera cita era como vaciar por completo el agua de una piscina antes de lanzarte.
Hay veces en que nos miramos y no nos reconocemos. Un besote!!
ResponderEliminarEl espejo puede decirnos tanto sobre nosotros. Gracias por visitar, beso!
Eliminar