26.3.14

La llamada [cuento corto]

la llamada

De las catorce llaves que lo convertían en la persona menos silenciosa del edificio, Luca sabía a ojo cerrado con cuál accedía a la oficina del gerente. Lo que amaba de aquella estancia ubicada en el piso treinta eran las enormes ventanas que le otorgaban una vista panorámica de la ciudad y el hecho de poder leer el periódico tranquilamente acostado en la silla reclinable de cuero cada sábado que hacía la limpieza.


Pero desde hace dos semanas que la travesura sabatina de leer el periódico sobre el sillón había sido reemplazada por la fría ojeada a la pantalla de su celular, en la que miraba reflexivo fotos y mensajes de texto viejos de tiempos mejores, con los que se transportaba a una época feliz pero cada vez más lejana. Repasaba con nostalgia y con una repetición perturbadora cada palabra de esos mensajes. Una fuerza extraña –o la falta de ésta- le impedía borrarlos aun sabiendo que quizás así se quitaría esa sensación en el pecho que varias noches no lo había dejado dormir. Uno de esos sábados mientras su mirada vagaba sobre la pequeña pantalla algo lo interrumpió: el teléfono de la secretaria comenzó a sonar. No tenía la obligación de responder, nadie trabajaba ahí ese día excepto él. Pero el incansable aparato continuó timbrando.

- ¿Aló?

- Buenos días, ¿Hospital del Centro?
- No, se ha equivocado.
- ¿Quién contesta?
- Ha llamado a Textiles Ribson.
- Mil disculpas, gracias de todos modos.
- No se preocupe, que tenga un buen…
- Me llamo Sandra
- ¿Perdón? –preguntó Luca mirando al auricular, pensando que se trataba de una de las tantas bromas que le habían hecho en el pasado.
- Perdóneme usted, pero no sé si podría hacer algo por mí…
- No entiendo nada, usted se ha equivocado de número.
- Si pero debo decirle algo, por favor no me cuelgue. Me llamo Sandra y soy una madre que ha perdido a su hijo. Si algún día ve por la calle a un chico de unos quince años, alto, tímido, de cabellos crespos y ojos pardos, acérquese y pregúntele si se llama Santiago. Convénzalo para que vuelva a casa…

Luca escuchaba todavía desconcertado. De un momento a otro tomó asiento en el sillón de la secretaria y suspiró mirando al techo, pensando bien lo que estaba por decir.


-  Lo lamento mucho señora, seguramente es difícil pasar por algo así. Pero le pido pensar un momento ¿Qué le gustaría decirle a su hijo Santiago ahora, aparte de que lo está buscando? Quizás que sigue escuchando su música favorita, que se despierta tarde los domingos o que todavía prepara ese postre que tanto le gusta. Cuando llegue el momento de encontrarlo y confíe en que esto sucederá, sabrá entonces que la mejor forma que tuvo de esperarlo fue seguir viviendo. Un recuerdo, aunque sea malo, nos indica que estamos vivos porque podemos sentirlo. El olvido en cambio es el cruel  y mortal vacío.


Lo dijo en un tono honesto, directo e inspirado, como si se estuviera aconsejando a sí mismo. Del otro lado de la línea se escuchaba una respiración pausada, relajada. La mujer pareció susurrar una frase y colgó la llamada. Por un buen rato Luca mantuvo el teléfono pegado a su oreja sin estar seguro de lo que había hecho. Algo era muy cierto en todo esto: dos desconocidos se habían salvado la vida ese día.

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