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Amor de verano [cuento corto]

amor de verano

Nos miramos por un rato sin decirnos nada, podría haber jurado que a la distancia se escuchaba The Way de Fastball, nuestra canción favorita en esos días, banda sonora de nuestra historia. Ella me tomó de la mano y caminamos juntos sobre la arena todavía tibia. Por un minuto volvimos a ser rebeldes, soñadores, tontos.  De repente tropecé, por poco caemos, ella soltó un desesperado pero honesto “¡mierda!”  y comenzamos a reír como dos locos. Por segunda vez en nuestras vidas no había espacio para discursos, explicaciones, mucho menos promesas, que entonces no pesaban tanto como ahora que tenemos treinta años. Sólo risas salpicadas de nostalgia en homenaje a un amor que nació una noche como ésta, en la misma playa, hace quince años.

Era el verano de mil novecientos noventa y ocho, terminaba Febrero y estaba más cerca el inicio de mi último año en el colegio. Sabía que los tiempos de no preocuparse por nada estaban terminando así que aprovechaba mis horas de ocio al máximo. Como buen adolescente noventero, abusaba de las ropas holgadas, hacía huecos a mi jeans, MTV era mi referente musical, lucía orgulloso mis doce vellos faciales e intentaba sin ningún éxito dejarme el pelo largo y colarme en las discotecas de moda. Esta antojadiza rebeldía contra el sistema educativo de mis padres sólo encontraba pausa cuando pedía permiso para ir a una fiesta de cumpleaños o necesitaba dinero, casi siempre ambas cosas. Mi padre había heredado de mi abuelo una casa en Santa María cinco años atrás y desde entonces nuestras vacaciones las pasábamos ahí. Mi hermano mayor, que sacó el espíritu amiguero de mi viejo, paraba siempre con chibolas que a veces fumaban y me veían con ese gesto de ternura –que odiaba- con el que se ve al hermanito menor. Algunas de esas chicas tenían mi edad pero por alguna razón se agrandaban con mi hermano. Años más tarde lo entendería. La última noche de ese mes mi hermano me vio observarlo mientras se alistaba para salir a una fiesta en una casa vecina y me dijo “vístete que hoy vienes conmigo”. A esa edad una frase como esa equivale a una descarga eléctrica cuando se es adulto. En cinco minutos estaba listo, me imaginaba fumando, teniendo mi primera borrachera, besando a una chibola rica como las que trae mi hermano. La casa quedaba como a siete casas de la nuestra y estaba llena, reconocí y saludé a algunos amigos que no eran del todo amigos porque solo nos veíamos durante el verano, noté que mi hermano había desaparecido entre la gente. Alguien me ofreció una lata de cerveza, la que agarré con cuidado tratando de parecer experto, pero al abrir, la espuma salió por todos lados y bañó de cerveza el vestido blanco de una chica que estaba a mi costado. Sentí de inmediato ese calor terrible que se siente cuando uno sabe que está colorado, le pedí disculpas y ella me sonrió a medias, también colorada. Le ofrecí salir a la terraza para que el viento ayude a secar más rápido su vestido y ella aceptó. 

Allí iniciamos una conversación que duró hasta las cinco de la mañana, cuando la fiesta terminó. Si quieres consigo otra cerveza para mojarte y así te quedas conmigo un rato más, le dije y ella sonrió. Desde ese día ambos nos buscábamos tempranito para ir a nadar, nos enterrábamos en la arena, pedíamos deseos cuando el sol desaparecía en el horizonte, a veces la llevaba a casa para almorzar y veía que mi hermano me miraba con un poquito de envidia, lo que me hacía sentir bien. El tiempo es relativo a los ojos y el corazón con el que se le mira y nosotros vivimos y aprendimos y construimos recuerdos inolvidables en tres semanas y dos días. Cuando era momento de volver a Lima para estudiar, le prometí que le llamaría para vernos y seguir enamorándonos. Ella soltó una lágrima y me abrazó muy fuerte, quizás intuyendo que no nos volveríamos a ver.

No recordaba la última vez que había estado en el balneario, quería controlar cómo iban las obras de reconstrucción de la casa para pasar el siguiente verano con mi mujer y mi hijo que acaba de cumplir dos años. Caminé por la misma calle que tomaba para ir al mar y de pronto, la vi… 

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