Nos conocimos, literalmente, a golpes. Era la Semana Universitaria PUCP 2003 y se jugaban las semifinales de fútbol, yo jugaba para la facultad de Arquitectura y él para la de Administración. Empatábamos a cero y faltando poco para el final del partido uno de nuestros delanteros fue empujado cuando estaba frente al arco rival. El árbitro decidió no cobrar ninguna falta y se armó el lío. Dos horas más tarde el equipo ganador, o sea el de Iván, ofreció seis cajas de cerveza al equipo perdedor, o sea el mío. Y entre vasos llenos, chistes malos y ojos morados, nos hicimos amigos.