Cuando te conocí supe que no podríamos ser sólo
amigos. Esa boquita rubí semiabierta
como un botón de rosa cada vez que acomodabas tu cabello café me hizo perder la
razón. Nunca me pude explicar bien por qué te hacían gracia mis bromas, si soy
malísimo. Quizás porque me amabas. Jamás te lo dije, pero conquistarte fue una
de las mejores experiencias de mi vida; cómo te hacías la difícil, la de la
agenda ocupada, creo que me pasaría lo mismo si fuera mujer y tuviera tu
belleza y carácter, lo entiendo perfectamente. Tampoco me explico por qué entre
tantos pretendientes que tenías en esa época me elegiste a mí. Creo que sí me
lo contaste una vez, que porque a pesar de ser un tipo torpe y a veces
corriente, siempre fui transparente contigo. Sí, yo fui un transparente imbécil…
Ahora
te veo con el maquillaje arruinado pero conservando esa mirada de gata que me
fascina. Tus amigos me miran, no conozco a ninguno y peco de maleducado porque
sólo los miro alzando un poco la mano y voy directo a ti. Ni siquiera tratas de
disimular que has llorado, veo que sobre la mesa hay un papelito azul, ¿fue por
eso que peleaste con el tipo que se acaba de ir? Han sido muchos años sin
vernos Claudia, calculo que me he perdido de cinco o seis cumpleaños tuyos pero
sigues igual de linda. Te pido salir a fumar un rato aun sabiendo que tú no
fumas y que yo estoy intentando dejar de hacerlo.
No sé
por dónde empezar, me encantaría borrar de inmediato esa expresión y hacerte
sonreír con una de mis tonterías pero sé que estás pensando muchas cosas al
mismo tiempo, como toda mujer. Afuera te sientas en una de las banquitas que
están junto a la puerta del local, me pides disculpas por cómo te ves y me
preguntas qué tal estoy. Qué te puedo decir Minita,
la típica respuesta es que estoy bien, que me gusta mi trabajo, que tengo
muchos planes para este año, etcétera. No sabes que mi vida ha cambiado tan
poco desde la última vez que nos vimos. Sigo frecuentando el bar de Enrico, ya no
tengo más deudas con los bancos pero mi sueldo sigue diluyéndose en reuniones y
fiestas, como si la juventud me fuera a durar para siempre, he tenido aventuras
y también amores pero ninguno como el tuyo. Sin embargo ahora me siento más
seguro de mí mismo, no le tengo miedo a arriesgar. Que a veces tengo esas ganas
absurdas te tener una familia e ir al estadio con mi hijo vestido igual a mí.
Absurdas porque estoy solo y no sé qué mujer aceptará a un bohemio que vive
como un imberbe veinteañero para formar un hogar. No es momento de saber cómo
estás tú, la pregunta sería ridícula. Creo que con mis respuestas prefabricadas
de cómo lleva la vida cualquier oficinista te has distraído un poco. Sí Minita, también he subido un poco de
peso pero debido a que estoy en el gimnasio y gano músculo, no seas tan cruel
conmigo. Ríes, lo he logrado. Te sugiero llevarte a casa si es que no te
sientes con ganas de regresar al pub. Cómo te conozco, veo que has sonreído
sabiendo que te he leído la mente. Me dices que entrarás a tomar tus cosas y yo
debo entrar a pagar las croquetas y la sangría. Mis colegas me dicen que no me
preocupe, que entienden la situación. Han puesto The Rolling Stones en
concierto, buen sonido como me gusta pero últimamente me hace acordar el día
que volví a ver a Manuela. Jódete, Mick Jagger.
Conduzco
el auto de siempre, el que nos llevaba a
la playa cada verano. En el camino te veo de reojo, no juegas ni siquiera con
la radio como solías hacerlo. Hay cosas que quizás el tiempo no pueda borrar,
fue en el mismo asiento donde estás sentada que te traicioné con tu mejor amiga
Sofía. Ese mismo donde una noche de Mayo me mandaste a la mierda antes de salir
llorando del auto tirando un portazo cuando te enteraste. Cuando vivíamos la
mejor época de nuestras vidas. Con todo derecho has retomado tu vida, mi karma
ha sido el no poder volver a conseguir a quién confiarle mis sueños y miedos.
Prefieres no hablar, sólo puedo ofrecerte mi silencio y compañía, no sé si
aquel arrebatado era tu novio o pretendiente ni qué estaba escrito en ese papel
azul que lo hizo reaccionar de ese modo. No tienes por qué contármelo, aunque
yo nunca habría hecho una escena así, pienso que no. Tampoco tienes que decirme
si recibiste mi mensaje la otra noche, qué pensaste o tal vez tienes un nuevo
número.
Antes
de llegar a tu casa bajo la velocidad y estaciono frente a un parque. Quiero
decirte antes que te vayas que no esperaba volver a verte y que ha sido una
gran sorpresa, espero que todo te vaya bien y que, aunque no lo creas, no
dejaré de lamentarme el haberte perdido. Con toda razón me respondes que han
pasado muchos años y que nuestras vidas ya tienen caminos diferentes, pero que
a pesar de todo me conservas como un buen chico y en tu memoria los mejores
recuerdos juntos. Gracias Minita, no
sabes cuánto valor tienen tus palabras. Te quedas mirándome, observando cómo
los años han pasado sobre mí, estás más calmada, tus ojos ya no están
hinchados. Me acerco a despedirte y te robo un beso, no puedo evitarlo. No me
esperaba ser correspondido, parecemos ahora dos locos comiéndose a besos como
si el fin del mundo estuviera por llegar. Te amo. Dónde has aprendido a mover
así los labios, jugar así con tu lengua. Con quién. Ya no interesa. Cuando
comienzo a tocarte te detienes y te separas de mí, agitada. No hace falta que
digas nada, ninguno estaba listo para verse el uno al otro esta noche. Sé que
mañana seguirás con tu vida y yo con la mía, que quizás te llame el tipo de la
mesa y te pida perdón. Y lo perdones. Él nunca sabrá lo que pasó luego que se
fue, el corazón de una mujer puede guardar un secreto como éste para toda su
vida.
Buena
suerte Minita, hasta luego. Esta vez
cierras delicadamente la puerta del auto y te veo entrar a tu casa sin voltear
a mirarme. Manejo muy rápido y siento mis labios todavía latir de tanto que me
has mordido. No escucho música, prefiero oír el motor de mi viejo auto
abriéndose camino por las calles un sábado por la noche, como está tan
acostumbrado a hacer. Llego a casa y no me desvisto. Ha sido una noche larga y
aunque no he hecho mucho me siento agotado. Agotado mentalmente. Hoy he reído, festejado,
conversado, callado, besado. Escribo un pensamiento en un post-it que está sobre mi mesa, curiosamente de color azul. Me
sirvo un vaso de whisky, saco una silla
al balcón y me dejo caer sobre ella para beber mirando al mar. Veo el borde de
la manga de mi camisa y noto que tiene una manchita con el color de tus labios,
Minita. Respiro casi al mismo ritmo
que las olas chocan con las rocas y no, no es que le haya echado sal a mi whisky,
reconozco un par de lágrimas mías resbalando por mi cara. De hecho ahora admito
que ha sido una noche corta, como es la vida, una noche para recordar, como tú.
[Siguiente capítulo: VIII. Bonita]
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