Ir al contenido principal

Crónica italiana: 6. Ojos Azules

(Capítulo anterior: 5. Dile
Primer capítulo: 1. Cuestión de tiempo)
ojos azules


“Cuando tomaste una maleta y partiste en busca de tu hermano, admito que ese día morí un poco por dentro. Los años contigo - ahora lejanos - me acostumbraron a tu sonrisa espontánea, a tu voz ronquita, a tus bromas tontas. Fue recién después que me llamaste de madrugada para despedirte cuando me di cuenta que era demasiado tarde para decirte que no quería ser más tu amigo, que te amaba, que te seguiría a donde vayas y - sin importarme el lugar - podría hacerte feliz. Pero como siempre, la voz de mi corazón fue tan débil que se perdió en el aire y lo único que me escuchaste decir fue un “cuídate mucho, llámame si me necesitas”. ¿Por qué te fuiste Ojos Azules? ¿Por qué me dejaste aquí con los sueños que tenía para nosotros? 


Pero no te culpo, quizá nunca sospechaste lo que sentía por ti.

Supe que encontraste a Filippo en Roma. El mismo que se fue de casa cuando tú tenías once y él diecisiete. Al que me decías que no le perdonarías el no haber estado cuando más lo necesitabas. Aquel hermano que mandaba dinero a tus padres sin mayores detalles y que llamaba una o dos veces al mes sólo para decir que estaba bien, para escuchar la voz de la mamá, que se angustiaba pero nunca se resignó a dejarlo ir. Era conmovedor cómo trataba de persuadirlo diciéndole que iba a preparar un banquete con sus platos favoritos para que regrese, aunque sea de visita. Con lo rico que cocina tu mamá, yo habría viajado de inmediato.

Tu hermano trabajaba, por así decirlo, entre amigos. Y era muy bueno haciendo lo que hacia, el dinero que ganaba era diez veces más de lo que cualquier chico de su edad podría ganar.

Supe también que Filippo te trató mal, que te hizo llorar. Y que a pesar de todo te quedaste a su lado. Siempre admiré tu fuerza interior, que sería capaz de mover las nubes solo para descubrir al sol en invierno. Y te quedaste con él sólo para hacer que regrese a casa, pero tu plan no funcionó. Ya los amigos te conocían, ya te habías enterado de lo que tu hermano hacía. Una mañana despertaste y al darte cuenta finalmente que estabas en un mundo que no era el tuyo intentaste huir pero era muy tarde. Ojos azules, no merecías ver lo que viste.

Cuando me llamaste supe que me necesitabas, porque así te lo dije la última vez que hablamos. Sin embargo luego de escucharte estaba tan furioso con la situación, con tu hermano, que en lugar de darte apoyo maldije tus buenas intenciones. Me di cuenta que la había cagado de nuevo cuando sentí tu respiración acelerada del otro lado de la línea antes de que colgaras. No sabes cuánto y cuán amargo lloré esa tarde. En lugar de ser un hombre en el que podías confiar, quien te pudiera proteger, yo no era más que un cobarde, un maricón.

Pero te encontraré Ojos Azules, ya mi mochila está lista. Espero hacerlo cuanto antes, sé que estoy contra el tiempo. Espero también que perdones mis palabras y entiendas que siempre contaste conmigo, regresarás bien a casa, así debas despedirte de Filippo para siempre.” Angelo.

- ¿Ya la tienen?
- Tuvimos un problema
- ¿La tienen o no?
- La tendremos, pero Stefano no está conmigo.
- ¿Y a dónde mierda se ha metido? ¿No estaban juntos?
- …Stefano cayó al Tíber con el amigo del español. Tuve que escapar. Seguro saldrá en las noticias, no sé si están vivos.
- Anda al bar de Fausto y llévate a su primo, no regreses sin Camila. No me importa ya el español, claro que si tienes la oportunidad sabes qué hacer.
- Entiendo. Te llamo después, Filippo.


CONTINUARÁ...

SIGUIENTE CAPÍTULO: 7. Calles de piedra


Comentarios

  1. Eduardo que continúes escribiendo, que ya bien lo haces...Ya estamos viviendo el 2012, felicidades para ti.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Nuevamente, Feliz 2012 Taty!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Diego vs Maradona

Copyright: ©John Vink   Maradona fue ese chico prodigio del fútbol, de talento natural, marcado con la huella imborrable de los que protagonizan aquella historia del chico que sale del barrio humilde y consigue convertirse en una estrella. Historias así existieron y vendrán muchas otras, pero él fue diferente. Porque era algo increíble verlo tratar una esfera como si fuese una extensión de su existencia y obedeciera a sus más exigentes caprichos. Diego vivió rodeado de gente buena y mala, fue conociendo las delicias y las fortunas de la fama y el dinero, que también tiene un lado oscuro, al que no escapó, del que se dejó tentar, al que finalmente sucumbió. Maradona llenó estadios, ganó admiradores en todo el mundo, quienes comprendieron que el fútbol puede también ser un arte. Diego firmó autógrafos, se dejó engreír, se fue envolviendo de vicios y defectos que por momentos dominaron a ese ser solidario, fiel amigo, bonachón. Diego y Maradona compartieron el mismo cuerpo en una impo...

La suerte de una promesa

“Lo único que nos queda por alardear es el amor. No existe otra fuerza que lo supere" Los autos transitaban en caótica armonía por la calle Los Eucaliptos y Claudio aún no se sentía listo para ver a Pat ricia bajar de uno de ellos. Habían pasado diez años desde que se mudó a Miami y trece desde que la vio por última vez. Mientras esperaba su llegada, se preguntaba si ella lo reconocería de inmediato o le tomaría unos segundos hacerlo . E n e l peor de los casos se justificaría diciendo “Es que ahora te ves mejor” . La conocía tan bien.

Al lado de la cama

Es la enésima vez que llego tarde a casa por sucumbir nuevamente a la presión de los amigos después del fulbito del viernes por la noche. Atravieso la sala a oscuras, guiado por la pantalla de mi celular y al llegar a la cocina me seco media botella de agua sin dificultad. Esta rutina ya practicada y repasada me habría servido para bosquejar mentalmente la excusa que me habría salvado de terminar condenado a dormir en el sofá. Pero esta vez no quiero esforzarme, he decidido asumir las consecuencias de mis errores y suplicar perdón. Me desvisto mientras subo al segundo piso en puntas de pie, convencido de someterme al inminente castigo, osadía que sin embargo me da una sensación de sosiego mientras abro lentamente la puerta de la habitación. Veo su silueta cubierta por las sábanas al lado de la cama e inmediatamente siento que ella no se merece a un mequetrefe borracho que no sabe decir que no. Tanteo bajo mi almohada para recuperar mi pijama y en poco tiempo me encuentro echado, abriga...