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Carta a Mafalda

carta a mafalda

Seré breve y directo, primero porque quiero evitar una de tus preguntas como las que dejan a tu papá sin dormir y segundo, porque no te quiero aburrir, ya que eres sólo una niña a pesar de lo cerca que estás de cumplir cincuenta años. No me conoces pero yo soy casi un vecino tuyo, de un país sudamericano llamado Perú, lo encontrarás rápidamente en tu globo terráqueo. Seguro ya sabes las últimas noticias y sí, el mundo sigue al revés y muy enfermo. Hace buen tiempo que estamos en una crisis económica que aplasta a la clase media, mediaestúpida, como te gusta llamarla.

Si hubiese crecido en tu barrio seguramente habría sido muy amigo del tímido Felipe y me habría enamorado de la soñadora Susanita, cierto que no habría sido su príncipe azul pero le habría dedicado al menos un pequeño corazón dibujado en un árbol. Tú y yo habríamos sido buenos amigos también, jugando a los vaqueros, caminando sobre la luna y siempre protestando contra la sopa. Me divierto al imaginarte quejándote, en tu acento argentino, con tu mamá Raquel por haberte preparado nuevamente ese plato que odias. Te aseguro que algún día te gustará tanto que querrás volver atrás en el tiempo. Qué seríamos sin las mamás, Mafalda, que nos entregan voluntariamente ese pedazo de su juventud para crecernos. Yo estoy lejos de mi mamá y la extraño muchísimo, en esta parte del mundo estoy tratando de cumplir mi sueño de tener un negocio propio, grande para escapar de la clase media pero eso sí, nunca tan rentable como el almacén Don Manolo.

Te escribo mientras escucho a The Beatles que tanto te gustan, con sus clásicas guitarras alborotadas y los  “Yeah yeah yeah!” que alteraban tanto a los adultos. Ay, los adultos, Mafalda, somos tan complicados que inventamos pastillas y profesiones para curarnos de males que no sufríamos cuando éramos pequeños, en los que todo era cuestionarse el por qué de las cosas. Ahora creo saber cuál es el problema, cuando uno es niño lo que hace es preguntar y preguntar, pero al volvernos adultos debemos sólo responder, sin darnos el tiempo para seguir preguntándonos. Pero no te preocupes que allá afuera todavía hay adultos que se siguen preguntando y sorprendiendo.

Por eso quería darte las gracias con esta carta, querida Mafalda, porque crecí contigo y aunque tú te quedaste niña y yo seguí envejeciendo, te puedo prometer algo, jamás me aburriré de este mundo mientras lo siga viendo con los ojos de niño, con tus ojos.

PD. Si algún día nos vemos, te prepararé unos buenos panqueques, a mí tampoco me gustaba la sopa.

Eduardo
 
*Esta carta fue originalmente publicada en 2014 por el 50 cumpleaños de Mafalda y el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades otorgado a su creador, Joaquín Salvador Lavado "Quino", actualizada con motivo de su muerte.

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