(Capítulo anterior: 3. Cuenta conmigo
Primer capítulo: 1. Fuego interno)
“Me ha sido difícil empezar a escribir esta carta. Primero porque ya sabes que no soy buena haciéndolo y segundo porque me siento tan cobarde de no poder decírtelo frente a frente. En este momento debes estar pensando lo peor de mí, hasta odiándome. Lo comprendo, yo también lo haría.
Conocerte y amarte ha sido lo mejor que me ha pasado, nunca me cansé de decírtelo. Pero dentro de mí hay un secreto que hasta ahora te he guardado. No sabes cómo me sentía cuando sabía que quería tenerte conmigo para siempre, era una contradicción insoportable y tuve muchas noches llorando en silencio.
Te debe parecer una total confusión lo que te digo, pero el que no esté hoy contigo tiene una razón y esa soy yo. Hace unos años pasé un tiempo en el hospital, tuve una enfermedad que comprometió algunos órganos delicados y prácticamente perdí el primer año de universidad por recuperarme. Afortunadamente salí bien y me dije a mí misma que iba a aprovechar cada segundo en este planeta para vivir, ser muy feliz. Pero esta enfermedad tuvo una consecuencia: mis hormonas no funcionan del todo normal, por así decirlo...
Quiero continuar escribiendo pero las lágrimas me impiden ver las letras en el papel. Cuánto habría querido un abrazo tuyo en este momento para hacerme sentir que todo estará bien. Te amo y sé que tienes todo para ser feliz, solo que no conmigo. ¡¡Cómo rayos le dice una mujer al hombre de su vida que no podrá darle el milagro de la vida, que no podrá ser papá conmigo!!
Pensé en muchas cosas y mi mamá es testigo de que la ansiedad a veces se apoderaba de mí, haciendo de todo para tener la mente ocupada y no hacerme daño psicológicamente. Llámame insensible, inmadura, me lo merezco. Esto debí superarlo y asumirlo hace mucho tiempo y no esperar a que llegue un día tan importante como este para escapar sin dar la cara.
No sé si vuelva a verte, si querrás buscarme algún día para decirme que al menos me comprendiste un poquito y de llegar ese momento, que el amor que sentiste alguna vez por mí sea un paracaídas que pueda abrir en el momento justo para no estrellarme y golpearme cuando me mires a los ojos.
Me arrepiento de lo que estoy haciendo pero tu felicidad será finalmente la mía y estoy segura que lograrás salir adelante. Gracias por todo, vivirás en mi corazón para siempre.
Paloma.”
Con las manos temblorosas sosteniendo el papel arrugado, Paloma terminó de leer la carta que nunca entregó y que pensó había botado. La encontró mientras ordenaba su departamento que -si bien no había sido afectado por el incendio-, tenía muchas cosas fuera de lugar y algunas rotas producto de las acciones de rescate de los bomberos.
- ¿Estás bien, hija?
- Sí mamá – respondió disimulando las lágrimas.
- Me dijo Catherine que estuvo Alejandro en la clínica. ¿Qué pasó?
- Estaba tomando fotos cuando nos vio salir en la ambulancia.
- ¿Y cómo lo viste?
- Tranquilo, no hablamos mucho, además me vio asustada y preocupada por ti.
- Es un buen chico…
- Sabes, antes de despedirse ofreció su casa para cenar en Navidad.
- ¿Estás loca? Después de todo lo que hemos pasado. Su familia no quiere saber nada de nosotros tampoco.
- Creo que es la época adecuada para vivir en paz, no te parece?
- Ni cuentes conmigo, además mira como estoy.
- ¿Vas a dejar a tu hija sola? - preguntó con una mirada tierna.
- Qué voy a hacer contigo Paloma. Solo espero que estés haciendo lo correcto.
- No pensaba llamarlo, quería ver tu reacción y veo que eres fácil de convencer.
- No me mientas, lo veo en tus ojos.
Sentada junto a su mamá y mirando la calle por la ventana del edificio, Paloma marcó de memoria el número de Alejandro. Sostenía aún la carta que ahora secaba el sudor de su mano -nerviosa-, mientras el auricular del teléfono parecía gritar, haciendo eco en la sala con cada timbrada.
CONTINUARÁ...
Que increíble!!! Casi lloro con esta carta, es una historia grandiosa...felicitaciones! (:
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