3.10.12

Diario de un perdedor: X. La mano de Dios

[Capítulos anteriores: IIIIIIIV, V, VIVII, VIII, IX]

Mi afición por el fútbol nació –como en muchos casos- gracias a mi padre, quien me llevó por primera vez al estadio cuando cumplí cuatro años. Pronto comprendí y me acostumbré a los putamadre, joeputa, huevón, pásala, pongan huevos y un largo etcétera que son a un partido de fútbol lo que una mordida de labios es a un beso: se disfruta más, se siente mejor, más rico, más completo. Y también comprendí que así como en el fútbol, la vida te pone en frente pruebas y barreras, compitiendo quizás contra otros más fuertes y talentosos que tú. Hay quienes se rinden en el camino, otros incluso antes de comenzar el partido. Yo soy de los que termina lo que empieza, aunque tenga que perder.