Cuando abrió los ojos, descubrió que estaba en una isla minúscula, donde solo podían caber dos personas. Y ahí estaba ella. Si hubiese querido pensar mal, habría asegurado que esa chica de cabellos rubios y desordenados que l e miraba con ternura no tenía otra opción, pero prefirió convencerse de que su brillante sonrisa significaba el sincero aprecio de su compañía en medio de la nada. Echó un vistazo hacia donde le pareció ver un barco a lo lejos y tras varios esfuerzos por aguzar la mirada, finalmente la embarcación comenzó a notarse cada vez mejor, clara señal de que habían sido avistados. Giró la cabeza para dar la buena noticia a su bella compañera de naufragio, pero ésta había desaparecido.