Hasta esa tarde del viernes cuatro de febrero la vida de Carlos Marcelo era tan normal como aburrida. Cabe resaltar la fecha porque él siempre recordaría ese día como el inicio de su increíble historia. Revisaba con desgano su correo personal cuando de pronto reparó en un mensaje de un ex compañero de colegio con quien prácticamente no tenía comunicación, salvo un par de saludos durante el año por Navidad y cumpleaños. Comenzaba disculpándose y aclarando que lo que había visto era culpa de un colega que le había compartido un video colgado en una conocida página para adultos. Nos ocurre a todos el negar nuestra irrenunciable e inquebrantable naturaleza onanista.