Un viejo amigo poeta me dijo alguna vez que si escaseaba la creatividad, había llegado momento de ir a una peluquería, porque allí se pueden sacar las mejores historias. Yo, que escapo siempre que puedo de las barberías, recuerdo haber reído y contestado que prefería mil veces sentarme a solas en un bar de dos centavos antes que ir donde el peluquero voluntariamente. No sabía que años más tarde le daría la razón.