Mirarse al espejo y ver a un hombre que se parece a tí. Las luces de la primera hora del día revelan en mi rostro ojeras de vino, labios secos como hojas de otoño y arrugas sin experiencia. Me mantengo de pie, en postura rígida frente a mi propia figura enmarcada, en actitud desafiante. A quién pretendo engañar. La derrota se me ha echado encima sin piedad, derrumbándome, burlándose en cada intento por levantarme, haciendo polvo mi orgullo. Los minutos transcurren inevitables, en silencio, esperando un fatal desenlace. Qué pasaría si rompiera el cristal a puño cerrado. De nada serviría sangrar por fuera. Retrocedo despacio, alejándome una lágrima en cada paso, reconociendo la victoria del hombre que se parece a mí, o aquello en lo que me he convertido sin darme cuenta. SÍGUEME: Twitter | Facebook | YouTube | Instagram