[Capítulos anteriores: I , II , III ] Mi mejor amigo se llama Julián. De niños vivíamos casi uno al frente del otro. No estudiamos en el mismo colegio pero todas las tardes jugábamos en una cancha de fútbol que creamos con tierra y pintura amarilla sobre un terreno desocupado cercado por muros de ladrillo. Jóvenes y avezados como éramos, trepábamos el muro sin dificultad y jugábamos ahí por horas con otros niños de todos lados de la ciudad que conocían el secreto del Maracaná , como le llamábamos a la cancha.