30.7.21

Al lado de la cama


Es la enésima vez que llego tarde a casa por sucumbir nuevamente a la presión de los amigos después del fulbito del viernes por la noche. Atravieso la sala a oscuras, guiado por la pantalla de mi celular y al llegar a la cocina me seco media botella de agua sin dificultad. Esta rutina ya practicada y repasada me habría servido para bosquejar mentalmente la excusa que me habría salvado de terminar condenado a dormir en el sofá. Pero esta vez no quiero esforzarme, he decidido asumir las consecuencias de mis errores y suplicar perdón. Me desvisto mientras subo al segundo piso en puntas de pie, convencido de someterme al inminente castigo, osadía que sin embargo me da una sensación de sosiego mientras abro lentamente la puerta de la habitación. Veo su silueta cubierta por las sábanas al lado de la cama e inmediatamente siento que ella no se merece a un mequetrefe borracho que no sabe decir que no.

Tanteo bajo mi almohada para recuperar mi pijama y en poco tiempo me encuentro echado, abrigado y arrepentido. Dudo de mi habilidad para colarme sin pasar desapercibido por lo que asumo que ella estará tan enojada, o resignada, que ni siquiera se ha molestado en saludarme. Pasan los minutos y permanezco boca arriba, pensando si vale la pena decir algo sensato ahora o si es mejor esperar a que llegue la mañana. La cabeza no deja de darme vueltas así que decido exiliarme voluntariamente a mi rincón del castigo y transcurrir allí lo que queda de la noche. Me instalo en el manso sofá de la sala, que en sus trajinados años se descubrió cómplice de inacabables horas de ocio y en muchos otros un mudo testigo de arrebatos carnales cuando con mi esposa saboreábamos libre y espontáneamente las mieles del placer. Estos recuerdos se interrumpen de repente porque escucho que hay alguien que está metiendo la llave en la cerradura de la puerta principal.

Me incorporo, mis brazos se ponen tensos, mi corazón está por estallar, la resaca es ya cosa del pasado. Agarro como arma una estatuilla en mármol de David, regalo de mi suegra a su regreso de Italia. Freno mis ganas de gritar porque a mi mujer le provocaría un gran susto, ya tiene suficientes problemas conmigo. Me preparo para lo peor mientras la perilla comienza a girar. Estoy a punto de asestar un golpe seco, decidido, emulando al héroe épico que tengo entre mis manos pero me detengo en el preciso momento que reconozco los ojos aterrorizados de mi esposa al verme dispuesto a atacarla. Mi cuerpo de pronto se debilita, un escalofrío anuncia que estoy por desvanecerme y si no fuera por sus tiernos brazos habría terminado cayendo al suelo junto a David. Había olvidado por completo que ella estaba de viaje por trabajo durante estos días ¡Qué idiota he sido, estaba por cometer un horrible crimen! Dos segundos después de éstas reflexiones, en mi último aliento y antes de perder la razón para siempre, me pregunto quién, o qué, yace aún sobre la cama de nuestra habitación.

4.12.20

Diego vs Maradona

Copyright: ©John Vink
 
Maradona fue ese chico prodigio del fútbol, de talento natural, marcado con la huella imborrable de los que protagonizan aquella historia del chico que sale del barrio humilde y consigue convertirse en una estrella. Historias así existieron y vendrán muchas otras, pero él fue diferente. Porque era algo increíble verlo tratar una esfera como si fuese una extensión de su existencia y obedeciera a sus más exigentes caprichos. Diego vivió rodeado de gente buena y mala, fue conociendo las delicias y las fortunas de la fama y el dinero, que también tiene un lado oscuro, al que no escapó, del que se dejó tentar, al que finalmente sucumbió. Maradona llenó estadios, ganó admiradores en todo el mundo, quienes comprendieron que el fútbol puede también ser un arte. Diego firmó autógrafos, se dejó engreír, se fue envolviendo de vicios y defectos que por momentos dominaron a ese ser solidario, fiel amigo, bonachón. Diego y Maradona compartieron el mismo cuerpo en una imposible batalla que llegó a su fin la tarde del veinticinco noviembre del 2020.
 

17.9.20

Viento en prosa

Enojado con la primavera, el viento partió hacia el oeste para ver si encontraba algo de emoción. A su paso dejó esparcidos secretos y pecados sin confesar. Sabía muy bien que la tentación no conoce estación del año. "Amén", se oyó a lo lejos, antes de desaparecer por completo.

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Publiqué este texto como parte de una iniciativa lanzada en Twitter por La Esfera Cultural en pleno período de cuarentena (casi) global, convocando a todos los que quisieran participar a escribir un microrrelato en base a una imagen, que luego podría ser elegida a formar parte de un libro reseña que se llamaría "Abril de 2020". Este proyecto tuvo gran acogida y el libro finalmente fue publicado en Mayo. Lo pueden encontrar en Amazon (Italia) en este enlace o directamente desde el sitio de La Esfera Cultural

Aquí abajo les dejo la publicación original en Twitter, es interesante ver cómo la idea original fue tomando forma y la creatividad terminó, como siempre, superando cualquier frontera.

El microrrelato forma parte del archivo de microcuentos de viaexprosa, que ya cuenta con 131 publicaciones.

Eduardo

8.4.20

Cuarentena

 

Cuarentena I
Esta mañana la estación del tren ya no olía más a cigarrillo y café, sino a alcohol en gel. Hay demasiados asientos libres, hay más tiempo a solas, hay menos smog. Todo está pasando muy lento, a dónde se ha ido el frenesí del siglo XXI.

Cuarentena II
Esta tarde en la estación me puse por primera vez una mascarilla. Casi me asfixio, tengo que acostumbrarme a sentir constantemente el calor de mi propio aliento. De regreso a casa veo mi reflejo en la ventana del tren y me he sentido frágil, minúsculo, débil. Quiero volver.

Cuarentena III
Somos diez haciendo fila para entrar al supermercado que aún no abre. Distanciados, calculando mentalmente ese afamado metro de distancia. La lluvia golpea mi mascarilla, acumulando humedad y apestando como nunca. El frío parece conminarnos a quedarnos en casa, pero el hambre no conoce de climas. Entraré, compraré y me iré corriendo a casa, sin hablar con nadie. Veo unas aves silbando y jugueteando entre los árboles. Las envidio.

Cuarentena IV
He ido descubriendo espacios de mi casa en los que me siento más cómodo para escribir y leer. La cocina por ejemplo tiene su encanto: la refrigeradora cerca, la luz del sol que va instalándose en un rincón diferente con el pasar de las horas. Hace un par de semanas habría preferido la sombra de un árbol o el pegajoso asiento de un bar.

Cuarentena V
Vuelvo a la oficina después de doce días. Las calles están más vacías, han desaparecido los deportistas, los fumadores y los dueños de perros. Tampoco veo a los ancianos del barrio que desafiaban la muerte, o quizá la buscaban, en sus paseos matutinos. Todavía reparten el diario Leggo en la estación y es un alivio no tener que agarrar el celular. Antes de subir al tren me espera un muro de hombres uniformados y rostros cubiertos. Me acerco alzando mi mano derecha que sostiene el salvoconducto. Uno de los militares hace un ademán para que me detenga. Sin mediar palabra, extiende su brazo hacia mi cabeza, apuntándome con una especie de pistola blanca que agarra con la firmeza de su entrenamiento bélico. Intuyo lo que está por suceder. Después de dos segundos y un beep mi suerte estará echada. Dispara.

Cuarentena VI
Hasta esta noche nunca me había detenido la policía. A doscientos metros de casa, antes de cruzar una avenida solitaria, fui interceptado por una patrulla. A pedido del oficial, que es mucho más joven que yo, presento mi documento de identidad y el permiso de tránsito. Tras esa mascarilla quizá se esconde miedo o preocupación, pero al igual que yo, él esta cumpliendo su trabajo. Después de cinco minutos me devuelve todo y me advierte “Vaya directamente a casa, con cuidado”. Tenga por seguro que no iré por un aperitivo, buenas noches.

Cuarentena VII
Cantar al aire libre haciendo muecas histriónicas o sacar la lengua a la gente por la calle es mucho más divertido con la mascarilla puesta. Creo saber que otros también lo hacen, puedo sospecharlo por alguna que otra mirada traviesa. De todos modos no quiero acostumbrarme a esto.

Esta serie de notas las escribí entre el 11 y el 27 de Marzo del 2020, durante el período de cuarentena en Milán, Italia. Las restricciones de circulación y actividades comerciales todavía se mantienen, hasta que las cifras de esta pandemia empiecen a descender progresivamente. Sigan las indicaciones de las autoridades y manténganse seguros, apartados de las multitudes.

#tuttoandrabene

Eduardo


22.8.19

¿Qué hacemos con los microcuentos?


Como es habitual en este blog, los periodos de ausencia pueden prolongarse por semanas, meses e incluso años. Esta aparente falta de compromiso, sin embargo, me da ciertas satisfacciones como por ejemplo anunciar con holgado orgullo los proyectos iniciados, aquellos en progreso o los ya concluidos. Me refiero a novelas, cuentos, microcuentos y podcast que forman parte de este universo de creaciones que no siempre son promovidos como merecen.